¡Dios bendiga a tus pies!
Ésta es la frase que oí
de la boca de mi padre,
al despedirse de mí
en aquélla lejana tarde.
Siento que en aquél momento
Dios en el cielo dijo, ¡amén!
Porque donde mis pies pisan
hasta el mal se transforma en bien.
He vivido una vida
completamente desordenada
hacía lo que quería
y no me preocupaba con nada.
Pero al conocer a Jesús
mi amado Salvador
mi camino se volvió seguro
y lleno de amor.
Tengo paz, tengo amigos
que me cobijan en su hogar
soy amada, soy querida
como he sido amada allá.
Mi amado padre ya no está
¡Cómo añoro su mirada!
sus consejos, sus cuidados,
sus palabras pausadas.
Sabio es el hijo que acepta
los consejos de sus padres
pues ahorrará sufrimiento
y apartará muchos males.
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