martes, 16 de agosto de 2011

Parábola

                                             El buhonero

Nueva Esperanza era un pequeño y humilde pueblo.dónde nunca acaecía nada; todo el pueblo vivía una vida monótona y aburrida.
Es éste día hacía una mañana preciosa. Era muy temprano todavía, pero ya se podía ver que tendrían un hermoso día, pues el sol ya empezaba a aparecer tímidamente en el horizonte.
Muy temprano, los habitantes de Nueva Esperanza fueron despertados por el ruido de un camión que entraba en la única plaza del pueblo. Un hombre con un megáfono gritaba a plenos pulmones: ¡Pueblo de Nueva Esperanza, despertaos! ¡Hoy es un día de mucha alegría para todos ustedes; ha llegado el buhonero, el que cambia lo viejo por lo nuevo! ¡Venid luego, traed todo lo que tienen de viejo e inservible, todo que está roto; hoy será un día especial e inolvidable para este pueblo!
Los vecinos miraban por las ventanas asustados y curiosos, porque nunca habían visto algo semejante; estaban acostumbrados con sus pobres vidas monótonas y ésto era realmente una gran novedad. Algunos se atrevieron a salir a la calle a ver de cerca ese extraño hombre que alborotaba todo el pueblo. La curiosidad les hacía aglomerarse en la plaza alrededor del camión del buhonero, y le miraban completamente extasiados, como si estuvieran hipnotizados por aquella voz.
Algunos en seguida se iban corriendo a sus casas, y volvían trayendo en sus brazos toda suerte de cosas, como: utensilios de cocina, zapatos, cuadros, ropas, lámparas...y todo lo que traían era inmediatamente cambiado por algo de utilidad del camión de aquél raro personaje.

Ésta parábola se puede comparar con el acontecimiento más grande e importante que ocurre en la vida de los que reciben a Jesucristo, el Hijo de Dios, en sus corazones como su Señor y Salvador.
No es el cuento del genio de la lámpara maravillosa; es la historia más real, seria e importante de nuestras vidas. Jesús es como ese buhonero; Él viene a transformar nuestras vidas; a cambiar lo viejo por lo nuevo. Él dice en Su palabra que tenemos que "nacer de nuevo" (Juan 3:7), " del agua y del Espíritu" (Juan 3:5), pues sólo así entraremos en el reino de Dios.
Aquél que no permite que el Espíritu Santo haga la obra de regeneración y restauración en su vida y quiere continuar a vivir como "el viejo hombre", continua nacido de la carne, no ha nacido de nuevo espiritualmente, como está escrito: "Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es"(Juan 3:6). Es necesario "nacer de nuevo", porque debido al pecado de desobediencia que  cometieron  nuestros primeros padres Adán y Eva, todos hemos nacidos ya muertos espiritualmente.
Entrega tu duro corazón a Jesús, y Él cambiará tu corazón de piedra por un nuevo corazón de carne. Entrégale tus viejos costumbres, tus viejos vicios, tu vieja manera de pensar, de actuar y de hablar. Confiesa a Él tus más íntimos pecados y entrégale, y Él te perdonará y borrará tus pecados, y no se acordará más de ellos: "Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta; si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana" (Isaías 1:18).
Jesús no es el genio de la lámpara, ni tampoco un mago; Él es el unigénito Hijo de Dios, el Rey de Reyes y Señor de Señores. Él es el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14:6). Él no te regalará solamente tres deseos; Él te regalará su amor, su perdón, su propia vida, su sangre, la sanidad, y su santidad.
Entrégale tus emociones, tus heridas, tus temores; Él es tu médico, tu psicólogo, tu sanador. Él cambia tu vida mortal por una vida inmortal.
En la Biblia dice: "porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo (que es nuestro cuerpo carnal) se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos; y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial, pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos" (2ª Coríntios 5:1-3). Todos nosotros debemos desear ser transformados conforme en carácter de Cristo; debemos anhelar y permitir al Espíritu Santo que haga esa transformación
aunque nos duela. Si permitimos que Él cambie nuestro "viejo hombre" por un "nuevo" ya podremos tomar posesión y disfrutar de esa nueva morada celestial, el nuevo cuerpo transformador y restaurado por Dios.
Creo que ninguno de nosotros deseamos tener una morada celestial faltando puertas, ventanas, con el tejado o el muro roto, ¿verdad? Éstas son las áreas de nuestras vidas que debemos entregar a Jesús. Dios dijo en su palabra: " Aquel que la buena obra empezó, será fiel en completarla hasta el día de Jesucristo" (Filipenses 1:6). "El día de Jesucristo" es el día que vamos presentarnos delante de Él, sea cuando Él vuelva, o cuando nos muramos. Entonces, facilitemos la labor de Cristo, rindamos toda nuestra vida a Él, sin excusas, gozosos de poder ser cambiados y transformados a su imagen y semejanza; ¿Qué privilegio, verdad? Dios os bendiga.

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