sábado, 28 de enero de 2012

Ponga una reja en tu corazón

       Otro día estuve meditando sobre la obra de Dios en la creación, especialmente en lo que se refiere al cuerpo humano, que sabemos que fue creado por Dios, del polvo de la tierra; "Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente" (Génesis 2:7); y pensé: ¿Por qué será que Dios, en Su infinita sabiduría hizo algunos órganos de nuestro cuerpo en duplicidad, como los riñones,  los pulmones, los ovarios...e hizo solamente un hígado, un útero, un estómago, y un corazón? Creo que los órganos que tenemos sólo uno deben ser más cuidados y más protegidos, porque uno puede vivir con sólo un ovario, o un riñón, pero no podrá jamás vivir sin el estómago o el corazón. Cuando uno se enferma de estos órganos "especiales" corre el riesgo de morirse, si no hay "suerte" de encontrar un donante compatible de inmediato. Algunos órganos, como el hígado se regenera después de haber sido extirpada la parte dañada y enferma. He recibido ésta lección cuando tuve que ser operada y me quitaron la vesícula. Antes yo no me preocupaba tanto con mi salud como lo hago ahora; comía en exceso cosas fritas, bollos, azúcar, chocolate y sal, y ahora tengo que cuidar y controlar más mi alimentación, por la salud de mi hígado, siendo que ya no tengo la vesícula biliar, que es un saquillo membranoso del sistema digestivo que contiene la bilis producida por el hígado y que se vacía durante la digestión.
       Pensé también como Dios ha puesto una protección especial para algunos órganos importantes y sensibles como el corazón y los pulmones, que son las costillas, que os protege como una reja. Los pulmones son muy sensibles, y sin ellos no podríamos respirar, y es a través de ellos que el aire que respiramos oxigena nuestra sangre. El corazón es el órgano más importante de todos, porque es él que nos mantiene vivos (físicamente); cuando él deja de latir, nos morimos; nadie vive sin un corazón. Yo enfaticé "físicamente" porque sabemos que es Dios quién nos da la vida y la mantiene, por su gracia, pues nuestra vida está en Sus manos, y Él ya tiene contados todos nuestros días aquí en la tierra, y sólo Él puede quitárnosla; "pues aun vuestros cabellos están todos contados" (Mateo 10:30), dice el Señor.
       Dios nos enseña en Su palabra, "sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida" (Proverbios 4:23). El corazón es como un cofre donde guardamos nuestros objetos de valor; y es en el corazón que debemos atesorar los mandamientos y las enseñanzas de Jesús. María, la madre de Jesús, meditaba y guardaba "en su corazón" las profecías y todo lo que oía acerca de su Hijo Jesús; podemos leerlo en Lucas 2:19,51). En Proverbios 3:1 dice: "Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos; porque largura de días y años de vida y paz te aumentarán".
       Cuando alguien que no conocemos toca a nuestra puerta, ¿qué hacemos? ¿La abrimos sin cerciorarnos quién está a la puerta? Y si es una persona extraña, ¿le invitamos a entrar en nuestro hogar? ¡Por supuesto que no! En tiempos tan peligrosos como el en que estamos viviendo hoy no podemos confiar demasiado, porque hay mucha maldad y violencia en el mundo. Ya no podemos vivir confiadamente, con las puertas abiertas como lo hacíamos antiguamente. Sabemos que nuestra seguridad está únicamente en Cristo Jesús, porque Él es nuestra Roca, nuestro Refugio, nuestra Fortaleza, nuestra única protección. No debemos abrir la puerta de nuestro corazón y permitir que en él entre sentimientos que no agradan a Dios. Los malos sentimientos provienen de los malos pensamientos, que son enviados por nuestro enemigo Satanás y también por nuestra carne. El corazón es un órgano muscular que impulsa la sangre a todo el cuerpo a través del sistema circulatorio; la sangre circula desde la cabeza hasta los pies, y elimina las toxinas que son sustancias venenosas producidas por el cuerpo de los seres vivos. Podemos decir que el odio, el rencor, la amargura, el enojo, la envidia, la ira, etc., son toxinas "anímicas", que en un principio son pequeñas semillas, pero si no son arrancadas a tiempo, antes que crezcan, se transforman en grandes árboles con raíces profundas. Esos sentimientos son dañinos, y son como los "ocupas"; personas que viven de forma ilegal en una vivienda, o en un local que no es de su propiedad. Los "ocupas" no cuidan de lo que no es suyo; suelen destrozar todo, y roban lo que pueden llevar; además  después que entran en un lugar, es muy difícil  sacarlos. Así también son los sentimientos "ocupas": roban y destruyen tu paz, el amor y el respeto de tu familia, de tus amigos, y principalmente de tus hermanos en Cristo. Las únicas llaves que abren la puerta del corazón ocupado por los "ocupas", y los echa fuera es el amor y el perdón mutuo. Por eso es tan importante que perdonemos a los que nos hacen daño, y que pidamos a Jesús que nos llene de su amor y misericordia hacia nuestros semejantes. "Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. Y como queréis que hagan los hombres con vosotros,  así también haced vosotros con ellos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también  los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quien esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso" (Lucas 6:27-36). Busquemos ser cada vez más semejantes a Jesús, tener su carácter, y actuar como Él actuaba cuando estaba en el mundo. Nuestro corazón debe estar limpio, pues es la morada y el templo del Espíritu Santo de Dios. Y no nos olvidemos, "bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" (Mateo 5:8). Sé que es una tarea difícil, pero tenemos un Dios Todopoderoso que nos ayuda en nuestras debilidades; sólo tenemos que llevar todo pensamiento cautivo a Cristo Jesús. Amén. Dios os bendiga.

martes, 17 de enero de 2012

Parábola: El amor de 1ª de Coríntios 13

       Era un día de sábado. Pedro llegó a su taller a las 8 en punto; quitó la ropa y vistió su mono de trabajo, y empezó luego a trabajar, pues tenía muchos coches para arreglar.
       Trabajó incansablemente unas dos horas seguidas, y sólo cuando el reloj marcó las 10 él dejó su trabajo para comerse su almuerzo.
       Mientras comía su bocadillo, puso la radio y buscó algo interesante para oír. No le gustaban las canciones modernas que se hacían  últimamente, pero al conectar a una emisora oyó una canción que le tocó profundamente el corazón. La voz del cantante decía: " Jesús está aquí, ven a Él. Él quiere ser tu amigo, y te ama con profundo amor. Si le buscas Él no te rechazará. Ven a Él, ven a Él. Él nunca te dejará, y su unción estará sobre ti. Jesús te está esperando, ven a Él, ven a Él..."
       Luego en seguida, al terminar la canción, Pedro oyó la voz de un hombre que decía cosas maravillosas que le conmovió en gran manera; el hombre hablaba del amor. Le encantó su manera de expresarse, "era muy elocuente".
       - Ese hombre tiene un carisma especial; me gustaría conocerle personalmente, dijo Pedro.
       Al final de la predicación dijeron la dirección de la iglesia dónde aquél hombre predicaba. Pedro apuntó rápidamente en su mano. ¡Qué raro se sentía, estaba muy emocionado; parecía que su corazón iba a salir por su boca!
       El domingo, se levantó temprano, se afeitó y se duchó, y vistió su mejor traje; y se fue a buscar la iglesia. El culto todavía no había empezado. Pedro miró toda aquella gente a la puerta esperando, pero nadie se le acercó para saludarle. ¡No importa, yo vine para conocer ese pastor que habla tan bien! Además, nadie aquí me conoce, por eso no me han hablado aún...pensó Pedro.
       Se abrió la puerta, entraron todos y buscaron los mejores lugares. Pedro se mantuvo de pie hasta que toda la gente se acomodara; y se sentó detrás, en la última fila.
       ¡Realmente es fantástico! Se dijo a sí mismo en voz baja, cuando el pastor empezó a predicar.
       Terminó el culto; la gente formó grupitos y se abrazaban, se besaban, y se reían unos con otros, y nadie se percató de su presencia, aunque fuera solamente por curiosidad de conocer aquél solitario visitante...
        Al ver al pastor solo, Pedro se aproximó y se presentó: "Usted es el predicador de la radio, ¿verdad? ¡Mucho gusto en conocerle! Y tendió su mano, esperando recibir aquel toque tan anhelado como una señal de aceptación y a la vez tan natural entre dos personas civilizadas. Pero su mano se quedó en el aire... El pastor le miró de arriba abajo, dio media vuelta y se fue a hablar con sus feligreses.
       Pedro se sintió avergonzado; tenía la cara colorada como un tomate maduro. Salió de la iglesia como si estuviera siendo perseguido por mil demonios. Su cuerpo le dolía como si hubiera sido apaleado; su rostro quemaba de la vergüenza que había sentido al ser rechazado. Entonces, vino a su memoria todo lo que había escuchado a través de la radio en su taller. Hablaban del amor. Y recordó un versículo que decía: "Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe..." (1ª de Coríntios 13:1).

jueves, 5 de enero de 2012

El puzzle

      La familia de Dios en Cristo Jesús se puede comparar a un puzzle, o rompecabezas, que es un juego de varias piezas, que consiste en recomponer una figura, combinando de manera correcta unas determinadas piezas que se acoplan una a la otra, y en cada una de las cuales hay una parte de dicha figura para formar un paisaje, un diseño de una persona, animal o cosa, etc. Todas las personas que el Señor coloca en nuestras vidas, en nuestros caminos, son muy importantes y están dentro de Su perfecto plan.
       En todo puzzle hay piezas preciosas, de hermosos colores, luminosos, pero hay también piezas oscuras, feas e insignificantes a nuestro ver,  pero que en realidad no lo son, pues todo diseño necesita de la claridad, de los colores vivos y bonitos como el azul, el rojo, el amarillo, mas  necesitan también del negro, del marrón, que son colores no muy favorecidos. Esos colores feos e insignificantes son componentes importantes en el diseño de una sombra;  del cielo en un día de tormentas;  de la tierra árida y seca del desierto;  de la oscuridad de una cueva...los pintores saben el valor de esos colores, pues sin ellos jamás podrían expresar su arte; ¡todo tiene su encanto! Y cuando se pierde una pieza de ese puzzle, por más insignificante que parezca ser, el juego pierde su valor, porque donde había que estar la pieza que se perdió queda un hueco imposible de rellenar.
       En el cuerpo de Cristo, que somos nosotros los que hemos creído y entregado nuestras vidas en las manos de Jesús ocurre lo mismo. Hay personas que se entregan a Jesús y le confiesan como Salvador y Señor de sus vidas, pero luego que empiezan "las pruebas", algunas apostatan de la fe y se vuelven al mundo de donde habían salido, perdiendo así su salvación. Lo peor es si eso ocurre  por causa de otro hermano en la fe, que no se porta adecuadamente y le hace de tropiezo, pues esa perdición será responsabilidad de ése "hermano". Jesús dijo en su palabra: "Imposible es que no vengan tropiezo; mas ¡ay de aquel por quien viene! Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer  tropezar a uno  de estos pequeñitos" (Lucas 17:1-2). En este caso el hermano que causó eso debe humillarse e ir hacia el otro y pedirle perdón, entonces el Señor restaurará todas las cosas.
       Muchas veces ocurre que las personas que el Señor coloca en nuestro camino como "compañeros de viaje" son buenas personas, agradables, de carácter amoroso, crecidas espiritualmente, con los cuales nos hace fácil y placentero el caminar. Son de gran bendición en nuestras vidas y un ejemplo a seguir, por su buen testimonio. Pero resulta que a veces nos toca convivir con personas de mal carácter, soberbias, rencorosas, conflictivas que nos hace la vida imposible. Dios nos prueba como al oro, "con fuego", y en la mayoría de las veces no obtenemos victoria porque  miramos "al hombre" y no a Dios. Infelizmente somos incrédulos en lo que concierne los planes de Dios para nuestras vidas, porque no creemos que alguien puede ser Su instrumento en nuestro crecimiento espiritual, y nos burlamos llamándoles de "iluminados", y toda clase de apodos despreciativos. Dios nos pide que "andemos como es digno de la vocación con que fuimos llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándonos  con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuimos también llamados en una misma esperanza de nuestra vocación" (Efésios 4:1-4). Y a lo largo de nuestras vidas los daños que hemos recibido, y también los que hemos hecho a los demás se transforman muchas veces en traumas difíciles de superar y de borrar; y cuando eso ocurre buscamos a los psicólogos y a los psiquiatras para ayudarnos a superar o mitigar ese dolor que tenemos en el alma. Sería mucho más fácil si cada uno reconociera su pecado, se arrepintiera y pidiera perdón al que ha agraviado, porque creo que el que tiene realmente al Espíritu Santo siente en su corazón cuando ha hecho algo malo e inconveniente, y reconoce que se ha equivocado. El Espíritu Santo, a través de la palabra de Dios nos redargüi de pecado, "Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien, todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta" (Hebreos 4:12-13). No nos olvidemos que Dios es nuestro Padre y nuestro Creador; y que Él conoce bien todas nuestras debilidades y lo que realmente somos; jamás podremos escondernos de Su Santo Espíritu: "¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿A dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí. Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz. Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre" (Salmo 139:7-13). Es a Jesús que tenemos que buscar como nuestro único Consolador y Sanador.
       El Señor tiene que rebajar y pulir las piezas del puzzle, que somos nosotros, para que nos acoplemos y adaptemos bien a las otras "piezas"; y nosotros murmuramos y reclamamos cuando Dios empieza a obrar en nuestro carácter...Dios al final nos hace pasar por el "fuego de la prueba", a ver si hemos aprendido la lección, y si estamos listos para subir otro peldaño de la escalera hacia el cielo, en nuestro caminar con Él.
       Resulta muy fácil y agradable amar a los que nos aman, a los que nos tratan bien, ¿verdad? Lo grande y lo divino es conseguir amar a los enemigos, a los que no nos caen bien, a los que nos maltratan, nos persiguen...Jesús lo logró...nosotros también lo podemos "en Cristo que nos fortalece" (Filipenses 4:13). Decimos que amamos a esas personas "a pesar de todo"; queremos mostrarnos muy bondadosos y misericordiosos para que la gente nos admiren y hablen bien de nosotros; ¡ES PURA FACHADA! Somos hipócritas como los escribas y fariseos: "semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro estamos llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia" (Mateo 23:27). ¡Así lo somos! ¿Cómo podemos decir que amamos a esas personas si las rechazamos, si huimos de ellas, si procuramos tener con ellas un mínimo o casi nada de relación? ¿Cómo podemos decir que tenemos el amor de Dios en nosotros, si rechazamos a esas personas "diferentes", a esas "piezas oscuras" de nuestro puzzle? ¿Cómo sabemos que nosotros somos mejores que ellas? ¿Cómo podemos pensar que esas personas no van al cielo y creer que ya lo tenemos "ganado", si estamos todos en el mismo barco? ¿Acaso tenemos una "bola de cristal" para ver nuestro futuro espiritual? Sabemos que estamos en una escuela, y que tenemos que" perseverar hasta el final, y solamente éstos que perseveren serán salvos" (Marcos 13:13). Nosotros vivimos por fe; creemos que somos salvos por haber creído a Jesús y en Su sacrificio en la cruz del Calvario, donde Él derramó su sangre para lavarnos de nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad, pero para que eso sea efectivo es necesario que le confesemos nuestros pecados, porque: "Si confesamos nuestros pecados, Él (Jesús) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad"(1ª Juan 1:9). Nadie es mejor que nadie, ésto podemos tener certeza; hemos sido hechos de la misma materia, del "POLVO" de la tierra: "Entonces Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente" (Génesis 2:7). Debemos concienciarnos que somos imperfectos, que tenemos muchas debilidades; que cometemos muchos errores; que nos equivocamos a cada momento, y una de nuestras debilidades es juzgar al hermano. Jesús dijo: "No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, sereis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido" (Mateo 7:1-2); Y: "Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga" (1ª Coríntios 10:12); Y: " El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella")Juan 8:7).
       Nosotros muchas veces actuamos como los fariseos, con hipocresía; mostramos una apariencia de piadosos por fuera, pero por dentro somos despiadados con nuestros propios hermanos en la fe. No permitimos que el Espíritu Santo haga Su obra sanadora y restauradora en nosotros porque somos incrédulos; no hemos todavía asimilado la grandeza de la obra de Jesús en la cruz del Calvario, y del amor de Dios hacia nosotros. No comprendemos por qué el Señor permite que ocurra ciertas cosas en nuestras vidas; vivimos haciéndole preguntas y exigiéndole una respuesta, como: ¿Por qué tú permites que haya dentro de la iglesia gente que haga daño a los hermanos, que ofende gratuitamente, que humilla el pueblo de Dios? Y nosotros no vemos que también hacemos lo mismo.
       Un día, en Brasil, yo estaba tocando mi guitarra en el porche de mi casa, dónde vivía con mi hermano y mi cuñada, cuando mi hermano me dijo que yo servía solamente para tocar la guitarra, cantar y alegrar una fiesta. Me sentí dolida, triste y humillada; y eso se quedó grabado en mi mente y en mi corazón durante mucho tiempo. Cuando llegué a España, años después de ese suceso, me presentaron a Jesús, y entonces empecé a verme como realmente era, una persona soberbia, orgullosa y egoísta. Sentí una gran necesidad de cambiar, de ser mejor persona, y me esforcé mucho para que eso ocurriera. Para nada valió mi esfuerzo pues veía que no ocurría ningún cambio en mí, porque no estaba contando con la ayuda de Dios, y sí, sólo con mis propias fuerzas; era fracaso detrás de fracaso. Si no hay convencimiento y arrepentimiento, para nada vale "el cambio, porque la persona reincidirá en el pecado una y otra vez. ¡Ojo! Dios no necesita "gente buena" en el cielo; Él quiere pecadores sinceramente arrepentidos y transformados por el poder de Su Santo Espíritu. Entonces reconocí que sola no podía, que necesitaba de la ayuda de Dios, y le entregué mi carga. Le pedí que cambiara mi carácter; que hiciera una limpieza profunda en todo mi ser; que se ocupara de cada "rincón" de mi vida, de mi alma. Le di total libertad para abrir todas las puertas de mi ser, que sacara toda la basura que yo tenía guardada como un tesoro; que limpiara mi corazón de toda hipocresía, orgullo y soberbia, y creo, sinceramente que Él lo está haciendo, ¡gloria a Dios! Y una cosa muy importante: ese cambio es permanente; no tendré que ponerme una máscara todas las veces que salga a la calle o que vaya a la iglesia, porque es la obra del Espíritu Santo en mí, y Él la perfeccionará "hasta el día de Jesucristo" (Filipenses 1:6), cuando tendré que presentarme delante de Él, cuando me muera o cuando Él vuelva, si aún estuviere viva. He aceptado a "regaña dientes" la crítica de mi hermano, pero ahora veo que fue el comienzo de mi restauración.
Yo estaba ciega, no me veía como realmente era, y Dios usó a mi hermano, esa "pieza oscura" de mi vida  para abrirme los ojos; ahora veo que él fue una pieza muy importante en las manos de Dios para mi vida. En Proverbios  está escrito: "El que tiene en poco la disciplina menosprecia su alma; mas el que escucha la corrección tiene entendimiento. El temor del Señor es enseñanza de sabiduría; y a la honra precede la humildad" (15:32-33); "El que ama la instrucción ama la sabiduría; Mas el que aborrece la reprensión es ignorante" (12:1); "El hombre que reprendido endurece la cerviz, de repente será quebrantado, y no habrá para él medicina" (29:1); y: "Con misericordia y verdad se corrige el pecado, y con el temor del Señor los hombres se apartan del mal"(16:6).
       En la iglesia por ejemplo, hay hermanos que no nos caen bien, les vemos molestos, conflictivos, antipáticos, entonces tomamos el camino más fácil, el de etiquetarlos. Buscamos no tener ningún tipo de relación con ellos, y sólo les saludamos por obligación. Esas personas para nosotros son "las piezas oscuras" de nuestro puzzle; no tenemos un lugar para ellas en nuestras vidas, pero les permitimos que cubran un hueco. Nos olvidamos que Dios tiene el control de todo, que Él sí tiene un lugar para ellas en su cuerpo, porque "somos el cuerpo de Cristo, ¿verdad? y Él es "la cabeza" (Colosenses 1:18a); y además, Él tiene un plan para cada una de esas "insignificantes" piezas, y lo cumplirá, queramos o no. Esas personas son piezas importantes en nuestro crecimiento espiritual, como nosotros también lo somos en el plan de Dios en sus vidas, y tendremos que convivir con ellas en el cielo. Dios las puso en nuestro camino aquí en la tierra, para que aprendamos a amarlas y a soportarlas, como también ellas a nosotros. Estamos en una escuela, y sólo será aprobados los que de buena voluntad se presentan a las pruebas, a los exámenes.
       Jesús creó un gran puzzle, con infinitas piezas que es Su iglesia. Él conoce cada pieza, cada debilidad, y sabe que somos torpes para comprender Su plan, pero jamás permitirá que una pieza se pierda: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos" (Juan 10:27-30). Todos tenemos un lugar en ese puzzle maravilloso del plan de Dios, que está formado por los miembros de Su cuerpo, del cual Jesús es la Cabeza. Dios es que monta ese puzzle, juntamente con Jesús y el Espíritu Santo. Tenemos que solamente obedecerle y aceptar el lugar que nos corresponde dentro de Su maravilloso plan Podemos ser una pieza que encaja perfectamente en ese puzzle del plan de Dios, o ser "una piedra de tropiezo" en la vida de las demás piezas, pero debemos arcar con las consecuencias. Dios está esperando que vayamos a su presencia, y le pidamos que nos ayude a cambiar, a ser transformados en una pieza de bendición. ¡Adelante! Dios os bendiga.