viernes, 23 de agosto de 2013

El dador alegre

Debemos siempre dar
aunque tengamos poco a ofrecer
porque el Señor prometió
que a todos Él ha de proveer.
Sigamos como ejemplo
a la viuda que dio
que de todo su sustento
en el arca dos monedas echó.
No es necesario esperar,
hasta que tengamos más
quién todo da con amor
ese es el mejor dador.
Ni siempre es necesario
dar cosas materiales,
tú puedes también dar
consejos espirituales...
Y tú verás, al dar
cuán alegre te sentirás
y el más bello instrumento
en las manos de Dios tú serás.

     Estamos viviendo en un tiempo difícil, tanto materiales como espirituales, en una era de muchos conflictos, guerras, violencias, hambres y adversidades. El mundo está gritando, pidiendo nuestro auxilio, y algunos no hacen nada para disminuir el sufrimiento de su prójimo.
     En todo momento vemos escenas en la tele, o en las revistas y periódicos, de niños que se mueren de hambre por no tener algo que llevar a la boca. La violencia crece cada día dando lugar a matanzas y a suicidios. El amor perdió su valor. Las personas prefieren tapar sus oídos o hacerse de sordos al grito de la humanidad, o esconderse detrás de fríos argumentos como que no tienen tiempo, que no tienen dinero suficiente, que la obligación es del gobierno y que con poco no se puede hacer nada.
     Si cada uno hiciera su parte, podríamos cambiar la situación de esas personas. Debemos tener claro en nuestra mente y corazón que Dios nos ha llamado a hacer esas obras, y nos ha preparado a cada uno según su propósito y su plan para cada vida. Dios nos ha puesto en esta tierra como sus instrumentos. Él quiere ayudar a su pueblo, pero debemos estar dispuestos a colaborar con él de buena voluntad. No podemos fallar," porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas"(Efesios 2:10).
     El don de dar no es privilegio de pocos. Dios dio ese don a todos sus hijos, tenemos solamente que cultivarlo, tener buena voluntad y ponerlo en acción.
     El requisito que Dios nos pide, es que demos con mucho amor. Jesús nos ha enseñado que debemos amar a nuestro prójimo, y ¿cómo podemos probar que amamos a nuestro prójimo? Ayudándole, confortándole, y supliendo sus necesidades. Dios es amor, y nos ha amado de tal manera que entregó a su único Hijo a morir en una cruz y pagar por nuestros pecados.
     Somos pecadores, ahora perdonados y limpiados por la sangre de Jesús, los que creyeran en él. No merecemos lo que Jesús nos ha hecho, pero él ha querido hacer ese sacrificio, dar su propia vida por amor y por su infinita misericordia hacia nosotros.
     Aunque tengamos poco, debemos compartilo con nuestro prójimo: "El que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad" (1ª Juan 3:17-18).
     En la Biblia hay un ejemplo de una viuda que era muy pobre, no tenía ni qué comer, pero ella conocía la responsabilidad y la necesidad de dar. Todos echaban en el arca del templo lo que les sobraba, pero ella de su pobreza echó las dos únicas monedas que tenía. Ni por un momento ella pensó que iba a quedarse sin nada, que no iba a tener lo que comer. Ella dio alegremente porque confiaba en Dios y sabía que él es un Dios fiel y proveedor, y sabía que él proveería para sus necesidades. Tenemos que hacer como esa viuda, dar sin temo, ayudar a nuestro prójimo en lo que haga falta, confiando que nuestro Padre celestial nos proveerá en el nombre de su Hijo Jesucristo. Amén.

La Conciencia

¿Qué es la conciencia? ¿Es una persona a tu lado? ¿Es una personalidad aparte de ti? ¿Es un espíritu, un genio o un gnomo que te sigue dondequiera que vas? ¿Es un hada o ser angelical que dulcemente te aconseja? No; es el conocimiento, el sentimiento o el poder de juzgar lo recto y lo malo; es el juez que aprueba o condena lo que tú has hecho o estás haciendo o pensando hacer; es brújula y guía de tus escogimientos.
La conciencia puede ser educada, fortalecida, viciada, ejercitada y dirigida. Tu conciencia es principalmente lo que tú haces de ella. No puedes depender de ella si tú no la has enseñado correctamente. Toda persona racional tiene algo de conocimiento de lo que es bueno o malo. Muchas veces se puede silenciar la conciencia con la excusa, "Todo el mundo lo hace", o "Yo lo necesito más que él". Muchos saben que un cierto hecho es malo, es contra la ley de Dios y es injusto a su prójimo; pero obtienen la indulgencia de un cura para creer que es recto. Los que han tenido contacto con la Biblia y el cristianismo tienen más conocimiento de lo bueno y lo malo que los demás. Muchos, especialmente los pecadores religiosos, odian y combaten la Biblia porque ella les condena y redarguye.
A veces en ciertas ciénegas se ven en la noche fuegos o luces brillando o danzando alegremente sobre el fangal. Así son muchas de las cosas atractivas de este mundo. Los apetitos carnales tientan a uno, el deseo de diversión y placer impele, la curiosidad incita a probar las cosas dañosas y gustar las prohibidas, las tendencias naturales humanas hacia el mal le empujan a uno a entrar así al fangal a cazar las luces vacilantes y hundirse en la vergüenza.
Los fuegos fatuos y luces vacilantes están llamándote a ti a una vida de egoísmo, de pensamientos bajos, de hechos asquerosos, de pequeñez de espíritu, y de palabras torpes y burlas obscenas. A veces la ira o la venganza se mira como un deseo de hacer justicia, la lascivia se parece al amor, la soberbia se mira como una virtud y la decepción como una gracia.
Pero el Espíritu de Dios te llama por medio de tu conciencia a tornarte de esa búsqueda vana y buscar los deleites abundantes de la vida cristiana. Si tú conoces a Cristo como tu Salvador puedes andar en victoria y gozo en esta vida como príncipe o princesa, y esa condición y herencia no poden ser quitados de ti mientras que seas leal a Él. El mundo, la carne y el diablo te pueden tentar, pero puedes guardar la victoria continua por la gracia de Jesús. Confiando en él triunfarás sobre toda tentación, "manteniendo la fe y buena conciencia, la cual echando de sí algunos, hicieron naufragio de la fe, "teniendo cauterizada la conciencia". En la ciénega hay eterna ruina, pero en el monte hay victoria.
                                                                                          W. Roberto Adell.