martes, 13 de diciembre de 2011

EL PESO DEL PECADO

      Hace tiempo vi una película de dibujos animados de "La bella durmiente", donde aparecían tres hadas que eran las protectoras de dicha princesa. Una de ellas me llamó mucho la atención, a pesar de que, en aquel tiempo no tenía a Jesús en mi corazón, como lo tengo hoy. Esa hada era bien gordita, pues le gustaba comer mucho. Mientras las otras dos se alzaban en los aires con facilidad,  ella, con muy gran esfuerzo lo conseguía, por causa de su peso. Es maravilloso como Dios nos habla a través de cosas insignificantes como esa película. Dios creó a los ángeles, y ellos están por todas partes, podemos creerlo. Hay ángeles guardianes, protectores, mensajeros, y hay ángeles que protegen el trono de Dios, y a los que creen en Jesús.
      Un día, estaba meditando sobre todo eso, y me vino a la mente una pregunta: ¿Por qué los ángeles pueden volar, y estar en varios sitios a la vez? Los ángeles tienen alas realmente, muchos no lo creen; pero en la Palabra de Dios habla sobre los ángeles del Arca del Pacto. Dios mandó a Moisés que la construyera : "Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo; los harás en los dos extremos del propiciatorio. Y los querubines extenderán por encima sus alas, cubriendo con sus alas el propiciatorio" (Éxodo 25:19-20). Sentí que el Espíritu Santo me decía: "los ángeles pueden volar porque no tienen pecado". Ahora comprendo mucha cosa, realmente es así. El pecado es una carga muy pesada, que no nos deja ser libres; es como estar en una prisión. Supongo que sí no tuviéramos pecados, si fuéramos limpios, justos y santos, hasta podríamos alzarnos en los aires como los pájaros.
      Jesús cuando vino a la tierra, vino como hombre, sin pecado, pero cuando Él llevó sobre sí mismo los pecados de toda la humanidad, Él sintió en su cuerpo el peso de nuestros pecados. Jesús, después de muerto y resucitado, se quedó libre de esa gran carga. Dice la Palabra de Dios: "Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos nosotros curados"(Isaías 53:4-5).
      Dios nos llama a ser santos como Él es Santo: "Porque escrito está: "Sed santos, porque yo soy Santo" (1ª Pedro 1:16), y, "Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque  yo soy Santo"(Levítico 11:44a); y en Éxodo 19:6: "Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa".
      Cuando Jesús resucitó al tercer día, prometió enviar a sus Apóstoles (y a nosotros los que hemos creído en Él), el Espíritu Santo, y subió al cielo a la vista de ellos, veamos: "Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos"(Hechos 1:9), y sigue: "Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que Él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: "Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo"(Hechos 1:10-11). Estos dos varones con vestiduras blancas suponemos que eran ángeles del cielo, sin duda alguna; y que no hubo ningún obstáculo que os impidiera de aparecer de repente al lado de los Apóstoles que estaban mirando al cielo. Los ángeles son santos, y por no tener pecados son libres a aparecer donde Dios les ordene que aparezcan.
      Antes de ir al cielo, luego después de haber resucitado, Jesús se les apareció a sus discípulos: "Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando LAS PUERTAS CERRADAS en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio de ellos, les dijo: Paz a vosotros. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor"(Juan 20:19-20). La puerta estaba CERRADA, Jesús no tocó a la puerta para que alguien la abriera, simplemente ¡ LA TRASPASÓ!, ¡ESTO ES PODER! Dios quiere que tengamos también poder, de alzarnos en el aire, de traspasar puertas y paredes; de entrar en lugares cerrados, de aparecer donde Él nos quiere usar ¡para Su gloria!
      El Espíritu Santo arrebató a Felipe, después que él predicó y bautizó al etíope; podéis comprobarlo en Hechos 8:26-39).
      En la palabra de Dios dice que, en la 2ª venida de Jesús, "los muertos en Cristo, a los que durmieron en Él, los que perseveraron hasta el final, resucitarán primero, y nosotros, los que vivimos (y que creemos en Él, por supuesto), seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor" (1ª Tesalonicenses 2:14-17). Por eso digo, y vuelvo a decir: Es necesario que nos arrepintamos, que pidamos perdón a Jesús, y que cambiemos de vida. Tenemos que vivir como el nuevo hombre, criados en Cristo Jesús, limpios, justos y santos. No nos olvidemos que, la santidad nos hace "leves", pero el pecado nos hacen "pesados". Toda las personas que creen en Jesús reciben el poder, "y estas señales seguirán a los que creen: en mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán"(Marcos 16:17-18). Mas no solamente eso, serán transformados en nuevas criaturas, limpias, santas y sin manchas.¡ Aleluya! No podemos seguir presos al pecado. Pensamos que Dios es tan bueno y misericordioso que pasa por alto estos "pecadillos sin importancia", pero estamos completamente equivocados. Dios es realmente bueno y misericordioso, pero Él ABORRECE  el pecado, por pequeño e insignificante que parezca ser. La misericordia no es un derecho del hombre, merecemos el castigo y la ira de Dios. La misericordia es un de los adorables atributos de Dios, por medio de la cual él muestra Su gran amor por nosotros. Prueba de eso es que "De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga a vida eterna. Porque no envió Dios a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que en Él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios"(Juan 3:16-18).
      Entrégale tu corazón a Jesús; confiésale tus más íntimos pecados, y arrepiéntete. Invítale a vivir en tu corazón, y ser tu Señor y Salvador hoy mismo, no espere más. Y viva, a partir de ahora, una vida limpia y santa; y no te deje contaminar por el mundo nuevamente. Jesús viene pronto. Dios os bendiga.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

¿ME AMAS? (Juan 21:16) - Parte 4

       1. - Considerad la pregunta que Jesús hizo a Pedro, y tratad de contestarla por vosotros mismos. No intentéis evadirla; examinadla seriamente; pensadla bien. Y después de todo lo que os he dicho, ¿podéis honestamente decir que amáis a Cristo?
       No sería una respuesta satisfactoria si me dijeras que crees la verdad del cristianismo y te aferras a los artículos de la fe evangélica. Un mero asentimiento intelectual al contenido del Evangelio no salva. Los diablos también creen y tiemblan (Santiago 2:19). El verdadero cristianismo va más allá de un mero asentimiento a unas doctrinas y a una opiniones. Consiste en conocer, confiar, y amar a la Persona que murió por nuestros pecados, pero que ahora vive: Cristo el Señor. Los cristianos primitivos, tales como Febe, Persis, Trifena, Trifosa, Gayo y Filemón, probablemente no sabían mucha teología dogmática; pero su profesión de fe estaba caracterizada por un rasgo común y sobresaliente: TODOS AMABAN A CRISTO.

       2. - El motivo de su falta de afecto y amor a Cristo es evidente: no sientes ningún sentimiento de gratitud y de obligación hacia Él. No te sientes deudor de su gracia ni de sus beneficios. No es de extrañar, pues, que no le ames. Sólo hay un remedio para este caso: debes despertar a tu gran necesidad espiritual. Has de saber lo que eres por naturaleza delante de Dios, y percatarte de tu pecado y culpabilidad. ¡Oh, que el Espíritu Santo te muestre todo eso!
       Quizá nunca lees la Biblia, o si la lees es muy de cuando en cuando, y por mera costumbre, sin interés, entendimiento, ni aplicación. Haz caso de mi exhortación y cambia de proceder. Lee la Biblia con diligencia y no descanses hasta que te hayas familiarizado con ella. Lee lo que la Ley de Dios requiere del hombre tal como el Señor Jesús lo expone en el capítulo 5 de San Mateo. Lee la descripción que de la naturaleza humana nos da Pablo en los primeros capítulos de su epístola a los Romanos. Con oración estudia estos pasajes bíblicos, y suplica por la enseñanza del Espíritu Santo; entonces pregúntate si eres o no un deudor a Dios, un deudor en extrema necesidad de un Amigo como Jesús.
       Quizá eres una de aquellas personas que desconocen lo que es la oración sincera, real y de corazón. Te has acostumbrado a considerar la fe evangélica como algo que atañe a la Iglesia y al culto externo, pero no tiene relación directa con tu ser íntimo y personal. Cambia de proceder. Empieza, desde hoy, a suplicar sinceramente a Dios por tu alma. Pídele que te muestre todo lo que necesitas saber para la salvación de tu alma. Haz esto con toda tu mente y con todo tu corazón, y no tardarás en descubrir la necesidad que tienes de Cristo.
       El aviso que te doy quizás parezca anticuado y simple; pero no lo rechaces. Es el viejo buen camino, por el cual han andado millones de personas y encontraron paz para sus almas. Si no amas a Cristo estás en inminente peligro de ruina eterna. El primer paso para amar a Dios lo constituye el conocimiento de la necesidad que todo pecador tiene de Cristo, y de la deuda que tiene con Cristo. Y cuando te conozcas a ti mismo y te des cuenta de tu condición delante de Dios, entonces empezarás a darte cuenta de tu necesidad. Para obtener un conocimiento salvador de Cristo debes escudriñar el Libro de Dios (La Biblia), y debes suplicar a Dios por Luz. No desprecies el aviso que te doy; tómalo y serás salvo.

       3. - En último lugar, si ya has gozado de alguna experiencia del amor a Cristo, a manera de despedida recibe unas palabras de aliento y consejo. Y que el Señor haga que te hagan bien.
       Si en verdad amas a Cristo, goza con el pensamiento de que tienes una buena evidencia con respecto al estado de tu alma. El amor es una evidencia de gracia. ¿Y qué si a veces estás acosado de dudas y temores? ¿Y qué si a veces tienes temores sobre la autenticidad de tu fe? ¿Y qué si a menudo tus ojos se ven nublados por las lágrimas de incertidumbre al no poder ver claramente tu llamamiento y elección de Dios? Con todo, hay motivo para que tengas fuerte consolación y esperanza: tu corazón puede testificar que amas a Cristo. Allí donde hay verdadero amor, hay verdadera gracia y verdadera fe. No le amarías si Él no hubiera hecho algo por ti. El amor en tu corazón es señal de una obra de gracia genuina.
       Si amas a Cristo, nunca te avergüences de dar testimonio de su Persona y obra. Puesto que te ha amado y lavado de tus pecados con su sangre, no tienes porqué esconder de los demás el amor y afecto que sientes hacia Él. Un viajante inglés, de vida impía y descuidada, en cierta ocasión preguntó a un indio americano, un hombre convertido y temeroso de Dios: "¿Por qué haces tanto por Cristo? ¿Por qué hablas tanto de Él? ¿Qué es lo que este Cristo ha hecho por ti para que te tomes tanto trabajo por Él?" El indio no le contestó con palabras, sino que juntó unas cuantas hojas secas y un poco de musgo, y con ello hizo un anillo en el suelo. Luego tomó un gusano, lo puso en medio del anillo, y prendió fuego a las hojas y al musgo. Las llamas pronto se elevaron, y el calor empezó a asar el gusano. Con terrible agonía éste trató de escapar por cualquier lado pero todo era en vano, hasta que en desespero se enrolló en el centro del anillo y aguardó el instante en que sería consumido por el fuego. En aquel momento el indio extendió su mano, tomó el gusano, lo puso suavemente sobre su pecho y dijo al inglés: "Desconocido: ¿ves este gusano? Yo iba a perecer como este animalito. Estaba a punto de morir en mis pecados, en desespero y al borde mismo del fuego eterno. Pero en estas circunstancias Jesús extendió su poderoso brazo. Fue Jesús quién me salvó con su diestra de gracia, y me arrebató de las llamas eternas. Fue Jesús quien me puso a mí, pobre gusano pecador, cerca de su corazón amoroso. Desconocido, esta es la razón por la cual hablo tanto de Él. Y no me avergüenzo, pues le amo".
       Si hemos gustado algo del amor de Cristo, mostremos también el mismo sentir de este indio americano. ¡Nunca lleguemos a pensar que podemos amar a Cristo demasiado, vivir demasiado cerca de Él, confesarle con demasiado valor, y entregarnos demasiado a Él! Nada es demasiado para Aquél que nos perdonó, nos limpió con Su sangre e hizo Su morada en nosotros. En el amanecer de la resurrección, lo que más nos sorprenderá será el hecho de que mientras estuvimos en la tierra no amamos más a Cristo, infelizmente. Pero podemos arreglar ésto, buscando amarlo, con toda nuestra mente, espíritu y corazón desde ahora, buscando una relación personal e íntima con Él.

¡Que el Espíritu Santo nos llene del amor de Dios para que podamos amar a Cristo como Él lo merece!

martes, 22 de noviembre de 2011

¿ME AMAS? (Juan 21:16) - Parte 3

       II-  Maneras y modos de manifestarse el amor a Cristo.

       Si amamos a una persona, desearemos pensar en ella. No será necesario que se nos haga memoria sobre la misma, pues no olvidaremos su nombre, su parecido, su carácter, sus gustos, su posición, su ocupación. Durante el día su recuerdo cruzará nuestros pensamientos muchas veces, aun por lejos que se encuentre. Pues bien, lo mismo sucede entre el verdadero creyente y Cristo. Cristo "mora en su corazón" y en su pensamiento (Efesios 3:17). En la religión, el afecto es el secreto de una buena memoria. La gente del mundo, de por sí, no piensa en Cristo, y es que sus afectos no están en Él. Pero el verdadero cristiano durante su vida piensa en Cristo y en su obra, pues le ama.
       Si amamos a una persona, desearemos oír hablar de ella. Será un placer para nosotros oír hablar a otras personas de ella, y mostraremos interés por cualquier noticia que haga referencia a ella. Cuando alguien describa su manera de ser, de obrar y de hablar, le escucharemos con la máxima atención. Algunos oirán hablar de ella con completa indiferencia, pero nosotros, al oír mencionar su nombre, nos llenaremos de alegría. Pues bien, lo mismo sucede entre el creyente y Cristo. El verdadero creyente se deleita cada vez que oye algo acerca de su Maestro. Los sermones que más le gustan son aquellos que están llenos de Cristo; y las compañias que más prefiere son las de aquellos que se deleitan en las cosas de Cristo. Leí de una ancianita galesa que no sabía nada de inglés, y cada domingo andaba varios kilómetros para oír a un predicador inglés. Al preguntarle por qué andaba tanto si no podía entender la lengua, ella contestó que como el predicador mencionaba tantas veces el nombre de Cristo, esto le hacía mucho bien, puesto que oír tantas veces el nombre de su Salvador era una experiencia dulce.
       Si amamos a una persona, nos agradará leer de ella. ¡Qué placer más intenso proporciona a la esposa una carta del marido ausente, o a la madre de las noticias del hijo lejano! Para los extraños estas cartas apenas si tendrán valor y sólo a duras penas las leerán. Pero los que aman a los que las han escrito, verán en estas cartas algo que nadie más puede ver; las leerán una y otra vez, y las guardarán como un tesoro. Pues bien, esta es la misma experiencia entre el verdadero cristiano y Cristo. El verdadero creyente se deleita en la lectura de las Escrituras, pues son ellas las que le hablan de su amado Salvador.
       Si amamos a una persona, nos esforzaremos para complacerla. Desearemos amoldarnos a sus gustos y opiniones, y obrar según su consejo. Estaremos incluso dispuestos a negarnos a nosotros mismos para adaptarnos a sus deseos, y a abstenernos de aquellas cosas que sabemos que le aborrece. Con tal de agradarle mostraremos  interés en hacer aquello que por naturaleza no estamos inclinados a hacer. Pues bien, lo mismo suele suceder entre el creyente y Cristo. Para poder agradarle el verdadero cristiano se esfuerza en ser santo en cuerpo y en espíritu. Abandonará cualquier práctica o hábito si sabe que es algo que no complace a Cristo. Contrariamente a lo que hacen los hijos del mundo, no murmurará ni se quejará de que los requerimientos de Cristo son demasiados estrictos o severos. Para él los mandamientos de Cristo no son penosos, ni pesada su carga. ¿Y por qué es esto así? Simplemente porque le ama.
       Si amamos a una persona amaremos también a sus amigos. Aún antes de conocerles ya mostramos hacia ellos una favorable inclinación, y esto porque compartimos un mismo amor hacia el amigo o los amigos. Cuando llegamos a conocerles no experimentamos sensación de extrañeza; un sentimiento común nos une: ellos aman a la misma persona que amamos y esto es ya una presentación. Pues bien, lo mismo viene a suceder con el creyente y Cristo. El verdadero cristiano considera a los amigos de Cristo como sus propios amigos, y como miembros del mismo cuerpo, hijos de la misma familia, soldados del mismo ejército y viajantes hacia el mismo hogar. Cuando les ve por primera vez, parece como si ya les hubiera conocido de siempre. Y a los pocos minutos de estar con ellos experimenta una afinidad y familiaridad mucho mayor que cuando está entre gente del mundo que ya hace muchos años que conoce. ¿Y cuál es el secreto de todo esto? Simplemente, un mismo afecto al Salvador, un mismo amor al Señor.
       Si amamos a una persona, seremos celosos por su nombre y honra. No permitiremos que se hable mal de ella y saldremos en su defensa. Nos sentiremos obligados a mantener sus intereses y su reputación. Pues bien, algo parecido sucede entre el verdadero cristiano y Cristo. El verdadero creyente reaccionará con santo celo en contra de las injurias hechas a la Palabra del Maestro, a su causa y a su Iglesia. Si las circunstancias así lo requieren, le confesará delante de los príncipes y mostrará su sensibilidad ante la más insignificante afrenta. No callará ni permitirá que la causa del Maestro sea pisoteada, sino que testificará en su favor. ¿Y por qué todo eso? Porque le ama.
       Si amamos a una persona, desearemos hablar con ella. Le diremos todos nuestros pensamientos, y le abriremos nuestro corazón. No nos será difícil encontrar tema de conversación. Por reservados y callados que seamos con otras personas, siempre nos resultará fácil hablar con el amigo que amamos de verdad. ¡Tendremos tantas cosas para decir, informar y preguntar! Pues bien, es así entre el verdadero creyente y Cristo. El verdadero cristiano no tiene dificultad para hablar a su Salvador. Cada día tiene algo que decirle, y no es feliz hasta que se lo ha dicho. A través de la oración, cada mañana y cada noche habla con su Maestro. Le expone sus deseos, sus necesidades, sus sentimientos y sus temores. En la hora de la dificultad busca su consejo, y en los momentos de prueba su consuelo; no puede hacer otra cosa: debe conversar continuamente con su Salvador, pues sino, desmayaría en el camino. ¿Y por qué? Simplemente, porque le ama.
       Finalmente, si amamos a una persona, desearemos estar siempre con ella. El pensar, oír y hablar de la persona amada, hasta cierto punto nos complace pero no es suficiente; si en verdad amamos, deseamos algo más: deseamos estar siempre en compañia de la persona amada. Ansiamos estar con ella continuamente, y las despedidas nos son en extremo molestas. Pues bien, es así también entre el verdadero creyente y Cristo. El corazón del verdadero cristiano suspira por aquel día cuando verá a su Maestro cara a cara (1ª Coríntios 13:12), y para toda la eternidad. Ansía poner punto final al pecar, al arrepentimiento, al creer, y suspira por aquella vida  sin fin en la que se verá como ha sido visto, y en la que no habrá más pecado. El vivir por la fe le ha sido dulce, pero sabe que el vivir por vista aún le será más dulce. Encontró placentero el oír de Cristo, el hablar de Cristo, y el leer de Cristo; pero mucho mejor será ver a Cristo con sus propios ojos, y para siempre. "Más vale vista de ojos, que deseo que pasa"(Eclesiastés 6:9). ¿Y por qué todo esto? Simplemente, porque le ama.
       Estas son las características por las cuales se descubre el verdadero amor. Son simples, y fáciles de entender. Quizá tu hijo estaba en el ejército cuando surgió el motín de la India o la guerra de Crimea; y tuvo que tomar parte muy activa en algunas de estas contiendas. ¿No te acuerdas de cuán profundos, ansiosos y fuertes eran tus sentimientos hacia tu hijo? ¡Ah, esto es amor!
       Quizás sepas por experiencia lo que es tener el esposo en la marina y separado del hogar durante meses e incluso años. ¿No vienen a tu memoria aquellos dolorosos sentimientos de separación? ¡Ah, esto es amor!
       Quizás en estos momentos tu amado hermano está en Londres para iniciar sus actividades como negociante. Por primera vez se encuentra en medio de las tentaciones de la gran ciudad. ¿Le irán bien los negocios? ¿Se abrirá camino? ¿Le verás otra vez? ¿No es cierto que estos sentimientos a menudo llenan tu corazón? ¡Ah, esto es amor!
       Quizás estás prometido, pero por diferentes causas la boda ha de aplazarse y la obligación o empleo hace que estéis separados de momento. ¿No es cierto que ella viene muy a menudo a tus pensamientos? ¿No es verdad que te gusta recibir cartas suyas y noticias de ella? ¿No es cierto que suspiras por verla de nuevo? ¡Ah, esto es amor!
       Hablo de experiencias que son muy familiares a todos, y no es necesario que me extienda sobre ellas. Todo el mundo las sabe y comprende. Difícilmente podríamos encontrar una rama de la familia de Adán que ignorara lo que es el afecto y el amor. Por consiguiente que no se diga que el creyente  no puede saber si ama o no a Cristo. Puede saberse; las pruebas están ahí delante. El amor al Señor Jesús no es un secreto escondido, o algo que está por las nubes. Es como la luz, se ve; es como el sonido, se oye; es como el calor, se siente. Si existe, el amor no puede esconderse. Si no puede verse, estad ciertos de que no existe.
   

sábado, 19 de noviembre de 2011

¿ME AMAS? (Juan 21:16) - Parte 2

       Este amor a Cristo es el compañero inseparable de la fe salvadora. La fe de los diablos es una fe desprovista de amor, y también la fe que es tan sólo intelectual; pero la fe que salva va acompañada del amor. El amor no puede usurpar el oficio de la fe: no puede justificar, ni unir el alma a Cristo, ni traer paz a la conciencia. Pero allí donde hay verdadera fe, habrá también amor a Cristo. La persona que ha sido verdaderamente perdonada, es una persona que realmente ama (Lucas 7:47). Si una persona no tiene amor a Cristo, podéis estar ciertos de que no tiene verdadera fe.
       El amor a Cristo es la fuente del servicio cristiano. Poco haremos por la causa de Cristo si nos movemos impulsados por el simple sentido de la obligación, o por el conocimiento de lo que es justo y recto. Antes de que las manos se muevan, el corazón ha de estar interesado. La excitación puede galvanizar las manos del cristiano para una actividad caprichosa y espamódica, pero sin amor no se producirá una perseverancia contínua  en el obrar bien ni en la labor misionera. La enfermera puede desempeñar correctamente sus cuidados facultativos y atender al enfermo con solicitud; pero aún así, hay una gran diferencia entre sus cuidados y los que prodigará la esposa al esposo enfermo, o la madre al hijo que está en peligro de muerte. Una obra por el sentido de la obligación, mientras que la otra obra impulsada por el afecto y el amor; una desempeña su labor por la paga que percibe, la otra obra según los impulsos del corazón. Y es así también en lo que respecta al servicio cristiano. Los grandes obreros de la Iglesia, los que han dirigido avances claves en el campo misionero y han vuelto el mundo al revés, todos se han distinguido por el intenso amor hacia Cristo.
       Examinad las vidas de Owen, Baxter, Rutherford, George Herbert, Leighton, Hervey, Whitefield, Wesley, Henry Martin, Hudson, McCheyne, y otros muchos. Todos estos hombres han dejado su huella en el mundo. ¿Y cuál era la característica común de sus vidas? Todos amaban a Cristo. No sólo guardaron un credo, sino que, por encima de todo, amaron la Persona del Señor Jesucristo.
       El amor a Cristo debería ser el tema básico en la instrucción religiosa del niño. La elección, la justicia imputada, el pecado original, la justificación, la santificación, e incluso la fe, son doctrinas que a menudo causan confusión al niño de tierna edad. Pero el amor a Jesús es algo más al alcance  de su entendimiento. El que Jesús le amó incluso hasta la misma muerte y que él debe corresponder con su amor, es un credo que se amolda a su horizonte mental. Cuán ciertas son las palabras de la Escritura: "¡De la boca de los niños y de los que maman, perfeccionaste la alabanza!"(Mateo 21:16). Hay miles de cristianos que conocen todos los artículos del credo de Atanasio, de Niceia y del Apostólico, y que sin embargo tienen menos conocimiento de lo que es el cristianismo real que un niño pequeño que sólo sabe que ama a Cristo.
       El amor a Cristo constituye el punto donde convergen todos los creyentes de la Iglesia visible de Cristo. En el amor no hay desacuerdo entre episcopales y presbiterianos, bautistas o independientes, calvinistas o arminianos, metodistas o luteranos; en el amor todos convergen. A menudo discrepan entre sí sobre formas y ceremonias, gobierno eclesiástico y modos de culto. Pero en un punto, por lo menos, están de acuerdo; todos experimentan un sentimiento común hacia Aquel en quien han depositado su esperanza de salvación. "Aman al Señor Jesús con sinceridad"(Efesios 6:24). Muchos de estos creyentes ignoran la teología sistemática y sólo de una manera muy pobre podrían argumentar en defensa de su credo. Pero todos testifican de lo que sienten hacia Aquel que murió por sus pecados. "No puedo hablar mucho por Cristo" - dijo una cristiana viejecita e ignorante al doctor Chalmers, y añadió: "Pero si bien no puedo hablar por Él, ¡podría morir por Él!"
       El amor a Cristo será la característica distintiva de todas las almas salvas en el cielo. Aquella multitud que nadie podrá contar, será de un solo corazón. Las viejas diferencias desaparecerán bajo un mismo sentimiento. Las viejas peculiaridades doctrinales, tan terriblemente disputadas en la tierra, serán cubiertas bajo un mismo sentimiento de deuda y gratitud a Cristo. Lutero y Zwinglio ya no tendrán más disputas. Wesley y Toplady ya no perderán más tiempo en controversia. Los creyentes ya no se comerán ni se devorarán unos a otros. Todos se unirán en un mismo sentir, en un mismo corazón y en una misma voz, en aquel himno de alabanza: "Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a Él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén" (Apocalipsis 1:5-6).
       Las palabras que Juan Bunyan (libro El Peregrino) pone en los labios de Firme al llegar éste junto al río Muerte, son muy preciosas. "Este río - nos dice -, ha sido el terror de muchos, y también para mí, el pensamiento del mismo ha sido a menudo motivo de espanto. Pero ahora permanezco sereno: mis pies descansan sobre el mismo lugar donde descansaron los pies de los sacerdotes que llevaban el arca al pasar el Jordán. Ciertamente las aguas son amargas al paladar y frías al estómago, sin embargo, el pensamiento del lugar a donde voy, y la comitiva que me espera a la otra orilla, son como llama ardiente en mi corazón. Ahora ya me veo al final de la jornada: mis días de labor ya han terminado. Voy a ver aquella Cabeza que fue coronada de espinas, y aquel Rostro que por mí fue escupido. Hasta aquí he vivido por el oír de la fe, pero ahora voy a un lugar donde viviré por la vista, y moraré con Aquel en cuya compañia se deleita mi alma. He amado oír hablar de mi Señor, y allí donde he visto la huella de su pie, allí he dejado también tener el mío. Su nombre me ha sido como un estuche de algalia, y más dulce que todos los perfumes. Su voz me ha sido sumamente dulce, y "¡más que los que desean el sol, he deseado yo la luz de su rostro!" ¡Felices los que tienen una esperanza semejante! Quien desee estar preparado para el cielo, debe conocer algo del amor de Cristo. Al que muere ignorante de este amor, mejor le habría sido no haber nacido.

martes, 15 de noviembre de 2011

¿ME AMAS? (Juan 21:16) - Parte 1

      Esta pregunta fue dirigida por el Señor Jesús al apóstol Pedro. Una pregunta más importante que ésta no puede hacerse. Han pasado casi veinte siglos desde que se pronunciaron estas palabras, pero aun hoy en día la pregunta es altamente provechosa y escudriñadora. La disposición para amar a alguien constituye uno de los sentimientos más comunes que Dios ha implantado en la naturaleza humana. Desgraciadamente, la gente con demasiada frecuencia vuelca sus afectos sobre objetos que no son dignos, ni valen la pena. En este día quiero reclamar un lugar en nuestros afectos para la única Persona que es digna de los mejores sentimientos de nuestro corazón; el Señor Jesús, la Persona Divina que nos amó y se dio a sí mismo por nosotros. Entre todos nuestros afectos no nos olvidemos de AMAR A CRISTO.
      Este no es un tema para meros fanáticos o entusiastas, sino que merece la atención de todo cristiano que cree en la Biblia. Nuestro camino de salvación está estrechamente ligado al mismo. La vida o la muerte, el cielo o el infierno, dependen de la respuesta que demos a la pregunta sencilla y simple de: "¿AMAS A CRISTO?"

1-   El sentimiento peculiar que el cristiano verdadero siente hacia Cristo: le ama.

       El verdadero cristiano no lo es por el solo hecho de haber sido bautizado; lo es por una razón más profunda. No lo es, tampoco, por el hecho de que un día a la semana, y por rutina, asiste a los cultos de alguna iglesia o capilla y el resto de la semana vive como si no hubiera Dios. El formalismo no es cristianismo. Un culto ciego y una adoración rutinaria no constituyen la verdadera religión. A este propósito, la Biblia nos dice: "Porque no todos los que son de Israel son israelitas"(Romanos 9:6). La lección práctica que podemos aprender de estas palabras es bien clara y evidente: no todos los que son miembros de la Iglesia visible de Cristo, son verdaderos cristianos.
        La religión del verdadero cristiano está en su corazón y en su vida; es algo que siente en su corazón, y que otros pueden ver en su vida y conducta. Ha reconocido su pecaminosidad y culpabilidad, y se ha arrepentido. Ha visto en Jesucristo al Divino Salvador que su alma necesita y se ha entregado a Él. Ha dejado el viejo hombre con sus hábitos carnales y depravados y se ha revestido del nuevo hombre "criado segun Dios en la justicia y santidad de la verdad"(Efesios 4:24). Ahora vive una vida nueva y santa, y habitualmente lucha contra el mundo, la carne y el diablo. Cristo mismo es el fundamento. Preguntadle en qué confía para el perdón de sus muchos pecados, y os contestará: "En la muerte de Cristo". Preguntadle en que justicia confía ser declarado inocente en el día del juicio, y os responderá: "En la justicia de Cristo". Preguntadle cuál es el ejemplo tras el cual se afana para conformar su vida, y os dirá: "El ejemplo de Cristo".
        Pero por encima de todas estas cosas, hay algo que es verdaderamente peculiar en el cristiano; y este algo es su AMOR a Cristo. El conocimiento bíblico, la fe, la esperanza, la reverencia, la obediencia, son rasgos distintivos en el carácter del verdadero cristiano. Pero resultaría pobre esta descripción si se omitiera el AMOR hacia su Divino Maestro. No sólo conoce, confía y obedece, sino que también AMA.
        El rasgo distintivo del verdadero cristiano lo encontramos mencionado varias veces en la Biblia. La expresión "fe en el Señor Jesucristo", es bien conocida de muchos cristianos. Pero no olvidemos que en la Escritura se nos menciona el amor en términos casi tan fuertes. El peligro del que "no cree" es grande, pero el peligro del que "no ama" es igualmente grande. Tanto el no creer como el no amar constituyen sendos peldaños hacia la ruina eterna.
       Oíd las palabras del apóstol Pablo a los corintios: "El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema" (maldito) (1ª Corintios 16:22). Según Pablo no hay posibilidad de salvación para el hombre que no ama al Señor Jesucristo; sobre este punto el Apóstol no admite ningún paliativo o excusa. Una persona puede no tener nociones muy claras, y aún así salvarse; puede faltarle el valor y ser presa del temor, pero aun así, como Pedro, salvarse. Puede caer terriblemente, como David, pero sin embargo levantarse otra vez. Pero si una persona no ama a Cristo, no está en el camino de la vida; la maldición todavía está sobre él; camina por el "sendero ancho" que lleva a la condenación (Mateo 7: 13-14).
       Oíd lo que el apóstol Pablo dice a los efesios: "La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable" (Efesios 6:24). En estas palabras el Apóstol expresa sus buenos deseos y su buena voluntad hacia todos los verdaderos cristianos. Sin duda alguna, a muchos de estos no les había visto nunca. Es de suponer que muchos de estos cristianos en las iglesias primitivas, eran débiles en la fe, en el conocimiento y en la abnegación. ¿Con qué palabras designará el Apóstol a los tales? ¿Qué palabras usará para no desalentar a los hermanos débiles? Pablo escoge una expresión general que exactamente describe a todo cristiano verdadero bajo un nombre común. No todos habían alcanzado el mismo grado en doctrina o en práctica, pero todos amaban a Cristo con sinceridad.
       Oíd lo que el mismo Señor Jesús dice a los judíos: "Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais" (Juan 8:42). Vio como sus extraviados enemigos estaban satisfechos con su condición espiritual por el hecho de que, según la carne, eran descendientes de Abraham. Vio a estos judíos-como hoy ve a muchos ignorantes que profesan ser cristianos-que por el mero hecho de haber sido circuncidados y pertenecer al pueblo judío, ya se consideraban hijos de Dios. Jesús establece el principio general de que nadie es hijo de Dios, a menos que ame al Unigénito Hijo de Dios. Muchos que profesan ser cristianos harían bien en recordar que este principio se aplica tanto a ellos como a los judíos. Si no hay amor a Cristo, no hay filiación divina.
       Por tres veces el Señor Jesús, después de su resurrección, dirigió al apóstol Pedro la misma pregunta: "Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?" (Juan 21:15-17). Con dulzura el Señor Jesús quería recordar al discípulo extraviado su triple negación. Y antes de restaurarle públicamente para que alimentara a la Iglesia, el Señor exige de Pedro una nueva confesión de fe. Observemos que no le hizo preguntas como las de: "¿Crees tú?, ¿Te has convertido?, ¿Estás dispuesto a confesarme?, ¿Me obedecerás?" Sino que simplemente le preguntó: "¿Me amas?" La pregunta, en toda su simplicidad, era en extremo escudriñadora. La persona menos instruída podría entenderla; sin embargo, por simple y sencilla que fuera, era suficiente para probar la realidad de la profesión de fe del apóstol más avanzado. Si una persona ama verdaderamente a Cristo, su condición espiritual es satisfactoria.
       ¿Deseáis saber la razón por la cual el cristiano verdadero muestra estos sentimientos peculiares hacia Cristo, y por los cuales tanto se distingue? En las palabras de Juan la tenemos expresada: "Nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero" (Juan 4:19). El versículo, sin duda alguna, se refiere a Dios el Padre, pero no es menos cierto de Dios el Hijo.
       El cristiano verdadero ama a Cristo por todo lo que ha hecho por él. Éste ha sufrido en su lugar y muerto por él en la cruz. Con su sangre lo ha redimido de la culpa, del poder, y de las consecuencias del pecado. A través de Su Espíritu Santo lo llamó, e hizo que se arrepintiera, creyera en Cristo y viviera una vida de esperanza y santidad. Cristo ha borrado y perdonado todos sus pecados; lo ha librado del cautiverio del mundo, de la carne, y del diablo; lo arrebató del borde mismo del infierno, y lo puso en el estrecho sendero que conduce al cielo. En vez de tinieblas le ha dado luz; en vez de incertidumbre, esperanza; en lugar de muerte, vida. ¿Te maravilla, pues, que el verdadero creyente ame a Cristo?
       Y le ama, además, por todo lo que todavía hace por él. El creyente sabe que diariamente Cristo le perdona sus faltas y cura sus enfermedades, e intercede por su alma delante de Dios. Diariamente suple las necesidades de su alma y le provee de gracia y misericordia a cada instante. A través de Su Espíritu le guía a la ciudad con fundamento y le sostiene en la debilidad y la ignorancia. Cuando tropieza y cae, lo levanta y defiende de todos sus enemigos. Y todo esto mientras le prepara un hogar eterno en el cielo (Juan 14:2). ¿Te sorprende, pues, que el verdadero creyente ame a Cristo?
       ¿No crees que la persona que por sus deudas ha estado en la cárcel, amará al amigo que, de una manera inesperada y sin merecerlo, ha pagado todas sus deudas y lo ha hecho su socio? No crees que el prisionero de guerra amará a la persona que, con riesgo de su propia vida, se infiltró entre las filas enemigas y le libertó? ¿No crees que el marino que estuvo a punto de ahogarse amará a la persona que se lanzó al mar desafiando el peligro y con gran esfuerzo lo libró de una muerte segura? Incluso un niño podría contestar a estas preguntas. Pues de la misma manera, y bajo los mismos principios, el verdadero cristiano ama al Señor Jesús.

 

domingo, 25 de septiembre de 2011

Perdonadme por la manera que me salió el último artículo: "Ponga una reja en tu corazón", pues mi hermano falleció ayer por la mañana, después de unos largos meses ingresado en el hospital. Quiero agradecer, en nombre de mi familia a todos los que habéis orado por él durante todo ese tiempo. Muchas gracias. Que Dios os bendiga.

Ponga una reja en tu corazón

Cierto día, yo estaba meditando sobre la obra de Dios en Su creación, especialmente en lo que se refiere al cuerpo humano. Y pensé: ¿Por qué Dios, en Su infinita sabiduría hizo algunos órganos de nuestro cuerpo en
duplicidad, como los riñones, los pulmones, los ovarios, e hizo solamente un hígado, un útero, un estómago y
un corazón? Los órganos que tenemos solamente uno deben ser más cuidados y más protegidos. He recibido ésta lección cuando tuve que ser operada y me quitaron la vesícula. Antes yo no me preocupaba tanto con mi
salud como lo hago ahora. Comía en exceso cosas fritas, azúcar, sal, chocolate, y ahora tengo que controlar y cuidar más mi alimentación.
Pensé también como Dios ha puesto una protección especial para algunos órganos importantes y sensibles
como el corazón y los pulmones, que son las costillas, que os protege como una reja. Los pulmones son muy sensibles y sin ellos no podríamos respirar; y es a través de ellos que el aire que respiramos oxigena nuestra sangre. El corazón es el órgano más importante de nuestro cuerpo, porque es él que nos mantiene vivos cuando él deja de latir nos morimos; nadie vive sin un corazón.
Dios nos enseña en Su palabra , en Proverbios 4:23: "Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque
de él mana la vida".
El corazón es como un cofre donde guardamos nuestros objetos de valor; y es en el corazón que debemos atesorar los mandamientos y las enseñanzas de Jesús. María, la madre de Jesús, meditaba y guardaba en su corazón las profecías, y todo lo que oía acerca de su Hijo Jesús; podemos leerlo en
Lucas 2:19,51.
En Proverbios 3:1, dice: "Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos; porque
largura de días y años de vida y paz te aumentarán".
Cuando alguien que no conocemos toca a nuestra puerta, ¿qué hacemos? ¿la abrimos y le invitamos a entrar
al extraño? ¡Por supuesto que no! En tiempos tan peligrosos como el en que estamos viviendo hoy no podemos confiar demasiado, porque hay mucha maldad y violencia en el mundo. Ya no podemos vivir con
las puertas abiertas, confiadamente. En el mundo ya no tenemos seguridad; nuestra seguridad está únicamente
en Jesús, porque Él es nuestra Roca, nuestra Fortaleza, nuestra única protección.
No debemos abrir la puerta de nuestro corazón y permitir que en él entre sentimientos que no agradan a Dios; los sentimientos provienen de los malos pensamientos, que son enviados por Satanás, y por nuestra carne, nuestros enemigos. En el principio es una pequeña semilla, pero si no es arrancada a tiempo, se transforma en un gran árbol con raíces profundas. El odio, el rencor, la amargura, el enojo, la envidia, la crítica, etc., son sentimientos dañinos, y son como los "ocupas", que sabemos que son personas que viven de forma ilegal en una vivienda, o en un local, que no es de su propiedad. Los "ocupas" no cuidan de lo que no es suyo; suelen destrozar todo, y roban lo que pueden llevar; además, después que entran en un lugar, es muy
difícil sacarlos. Así también son los sentimientos "ocupas"; roban y destruyen tu paz, el amor y el respeto de
tu familia, de tus amigos, y de tus hermanos en Cristo. La única llave que abre la puerta de ese corazón
ocupado por los "ocupas" y los echa fuera es el perdón mutuo. Por eso es tan importante que perdonemos
a los que nos hacen daño. Tenemos que pedir a Jesús que nos llene de su amor y misericordia para que podamos perdonar a nuestros semejantes. Debemos buscar ser cada vez más parecidos a Jesús, tener Su carácter, pues Él perdonó a los que le maltrataron y le mataron.
Nuestro corazón debe estar limpio, pues es la morada, el templo del Espíritu Santo de Dios.
Además, en Mateo 5:8 está escrito: "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios".
Jesús nos enseñó que debemos perdonar no sólo siete veces, pero setenta veces siete (Mateo 18:22); y "si no perdonamos a los  hombres sus ofensas, tampoco Dios nos perdonará las nuestras" (Mateo 6:14-15).
Sé que es una tarea difícil, pero tenemos un Dios Todopoderoso que nos ayuda en nuestras debilidades;
sólo tenemos que "llevar todo pensamiento cautivo a la obediencia a Cristo"(2 Coríntios 10:5). Amén. Dios os bendiga.

Pensamento:

Sabio es aquél que acepta ser guiado y enseñado por el Espíritu de Dios.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Poesía: Renata

" He hecho ésta poesía en homenaje a una  querida amiga, que me cuidó con mucho amor, cuando estaba enferma, se llama Renata.

Renata es presencia,
Renata es tristeza en la ausencia...
Renata es amistad,
es la que ayuda en la necesidad...
Renata es la amiga del alma,
es la que, en la aflicción,
nos trae la calma...
Renata es obrera
del Dios de la Creación;
Renata es humilde, es amorosa,
es sincera, es amiga...es pura devoción.
Renata es el puente
sobre aguas turbulentas;
Renata es paz, es la diferencia,
es el horizonte donde mis ojos
lloran y buscan,
por su ausencia...

Pensamiento

"Nadie es basura para Dios, porque Él lo recicla todo".

sábado, 3 de septiembre de 2011

Poesía - El viejo y el científico

Yendo a casa un joven científico
vio a un hombre que las Escrituras leía,
se le acercó el mozo, y con mucha ironía,
estas mismas palabras soberbias le decía:
- Pierdes el tiempo, viejo,
  esto es pura vanidad,
  gran locura es
  el creer en la Trinidad.
  ¿Qué hay de sabiduría
  en buscar la felicidad
  en cosas que no puedes
  demostrar que son verdad?
- Oye hijo, dijo el sabio,
  presta mucha atención.
  Tú que aprecias tanto
  la cordura y la razón,
  ¿Osas despreciar
  al Divino Autor
  de la Creación,
  al Dios que te otorgó
  la vida, el alma,
  la mente, espíritu y corazón?
  Aunque poseas una gran inteligencia
  eres un necio al negar Su existencia.
  La auténtica sabiduría
  está en la conciencia
  de la credulidad
  en la Santa Providencia.

Pensamiento

Mientras el avaro se preocupa en proteger sus bienes, el diablo le roba la paz, el amor y el respeto de su familia hacia él.

domingo, 28 de agosto de 2011

El poder de la oración - Testimonio

        En 1995 fuimos, mi fallecido marido, mi hija y yo a Brasil. Un día mi marido y yo cogimos un autobús para ir al centro de la ciudad de Belo Horizonte, donde estábamos hospedados en casa de mi hermana. Luego al entrar en el autobús, sentí un fuerte deseo de orar por nosotros que estaban allí, incluyendo el conductor.
El Espíritu Santo me tocó para orar también por "los chicos de la calle", los llamados "pivetes", que son chicos de todas las edades que asaltan y roban a las personas y en las tiendas.
Llegamos al centro, el autobús se paró en una avenida de mucho tráfico. Me bajé primero, luego en seguida mi marido detrás mía. Entonces, de repente, como se hubieran salido de la nada, surgieron tres chicos, de unos 16 a 18 años, y uno de ellos metió su mano en el bolsillo del pantalón de mi fallecido marido y cogió su monedero, y salió corriendo con sus compañeros. No habían corrido cien metros y se pararon. La gente se juntó al nuestro alrededor, esperando lo peor; nadie decía nada. Les miramos, esperando, mientras el chico que cogió el monedero lo abría y miraba dentro. Estábamos todos en una tensión muy grande; el silencio era absoluto, sepulcral;  se podía oír hasta el vuelo de una mosca...
El chico nos miraba fijamente, y nosotros a él, sin embargo, no sentí ningún temor. Sentía que el aire había un poder muy fuerte, como una lucha entre el bien y el mal.
El chico cerró el monedero y lo envió por el suelo a mi marido, sin tocar ni siquiera una sola moneda, y se dieron la vuelta y se fueron, sin decir palabra. La gente " flipaba", no entendían aquéllo; creo que nadie había visto nunca nada igual; hasta mi marido se quedó fascinado.
Luego en seguida sentí en  mi corazón  una carga muy pesada, para orar por esos chicos de la calle, en especial estos tres; y pedí a Dios que os ayudara a  encontrar el Camino que es Jesús, pues en su palabra Él dice: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie viene al Padre sino por mí"(Juan 14:6). Le pedí a Jesús que les tocara el corazón con su Santo Espíritu, y se manifestase a ellos grandemente, para su gloria. Puede ser que aquí en la tierra nunca sepa lo que ha pasado con estos chicos, sin embargo, yo creo, sinceramente, que ellos en aquél momento ya estaban siendo encontrados y tocados por Jesús. Un día estaremos todos en el cielo, los que creen en Jesús y entregaron su vida a él, y los veremos, pues Jesús no hace acepción de personas. Él recibe y perdona a todo aquel que se arrepiente de sus pecados y le pide perdón. El ama al pecador, no al pecado.
La oración es un arma poderosa contra los gobernadores de las tinieblas, contra las potestades, contra el mismísimo infierno! Gloria a Dios! ¡Aleluya! Amén.

martes, 23 de agosto de 2011

Poesía:

Se você quer conhecer a teu Deus
e ter uma relação íntima com ele,
leia Sua palavra, e lhe conhecerás
e descobrirás Sua vontade.
Se você quer agradar a teu Deus,
deixa-lhe que Ele te toque,
e te mostre Sua verdade,
em Sua palavra tudo escrito está
para tua vida transformar.
Se insistimos em conservar
coisas da nossa "velha vida",
a nosso Deus não lhe agradará
e do Seu reino nos afastará.
No Seu reino não haverá debilidades,
o pecado ali não tem lugar,
nenhuma maldade poderá entrar
no perfeito reino de Jeová.
No perfeito reino de Jeová
só haverá ali a santidade,
de graça e de amor abundará
o perfeito reino de Jeová.

Pensamiento:

"A amizade é como a sopa, precisa de bons ingredientes para ficar gostosa e nutritiva".

Dê um abraço no teu amigo ou amiga, diga-lhe que lhe amas, e o quanto é importante para você sua amizade.
Chama-lhe por telefone, convida-lhe para comer em tua casa, para tomar um café...Estes são uns dos ingredientes importantes para solidificar uma amizade, vale a pena se esforçar, porque dará bons frutos, pode ter certeza disto.

Poesia:

Que Deus abençõe os teus pés!
Esta foi a frase que ouvi
da boca do meu pai
ao despedir-se de mim
naquela distante tarde.

Sinto que naquele momento
Deus no céu disse: Amém!
porque onde os meus pés pisam
até o mal se trasforma em bem.

Vivi sempre uma vida
completamente desordenada,
fazia o que queria
e não me preocupava com nada.

Mas ao conhecer a Jesus
meu amado Salvador
minha vida tornou-se segura
e cheia de amor.

Tenho paz, tenho amigos
que me amparam no seu lar
sou amada, sou querida
como fui amada lá.

Meu amado pai já não está
como sinto falta do seu olhar!
seus conselhos, seus cuidados
e suas palavras pausadas.

Sábio é o filho que aceita
os conselhos dos seus pais
pois não verá sofrimento
e afastará muitos males.

Pensamientos

"O verdadeiro filho de Deus não tem o direito de pecar; deve passar pela "peneira" da palavra de Deus todos os seus desejos, pensamentos, palavras e ações".

lunes, 22 de agosto de 2011

Rincón de la risa:

Una familia de 06 miembros: el papá, la mamá, y los 04 hijos a la hora de comer. Uno de los hijos mayores pregunta: ¿Mamá, qué hay para comer hoy? La mamá, tragando saliva, porque era la tercera vez en aquella semana que ponía el mismo plato, contesta: - Otra vez alubias, ¡sí señor!
El niño que había preguntado dijo: ¡Oh no, otra vez pedos! Y como eran cristianos, la madre dijo, vamos a orar antes de comer. Y oró así: " Padre nuestro, te queremos pedir en el día de hoy que bendigas estos alimentos, y no permitas Señor, que salga ningún pedo si hay alguien delante...Y en ese momento, uno de los hijos menores
se mete en la oración, y completa: "Y mucho menos si hay alguien detrás". ¡Fue una risa! tanto que ni siquiera pudieron decir amén, ¡jajajajaja!

El amor

Es normal que la gente impía que no conoce a Cristo diga: " No soporto tal persona; tal persona no me cae bien para nada o, no quiero tener ningún tipo de relación con tal persona"; pero no debe ser así con nosotros, los que hemos conocido y gustado del amor de Dios a través de Su Hijo Jesucristo.
Los impíos son carnales y viven en un mundo natural, por eso no perciben las cosas espirituales. Nosotros que somos espirituales vivimos en un mundo sobrenatural, y nos preocupamos con las cosas del Espíritu (Romanos 8:5-14, y 1ª Coríntios 2:12-15). Primeramente hay que perdonar las imperfecciones de las personas, principalmente cuando se trata de un hermano en Cristo; amarlas y orar por ellas, porque nadie es perfecto, tenemos muchas debilidades, y necesitamos de restauración y sanidad emocional, pues venimos de un mundo lleno de conflictos, de falta de amor, etc. El amor es el compañero perfecto del perdón, y si perdonamos, demostramos que tenemos el amor de Dios en nuestro corazón, porque "Dios es amor" ( 1ª Juan 4:7-8).
Si hemos sido heridos por alguien, acordémonos  que Jesús fue herido por MUCHOS. No debemos guardar
rencor, ni dejar crecer ninguna raíz de amargura en nuestro corazón, porque estos sentimientos no provienen de Dios. En una canción que he compuesto dice: " En el reino no habrá debilidad; el pecado allí no tiene lugar; ninguna maldad podrá entrar en el perfecto reino de Jehová".
Hay que despojarse uno de esas ropas sucias, viejas y mal olientes, y " vestirse de amor" (Colosenses 3:14);
de " lino fino, limpio y resplandeciente", que son "las acciones justas de los santos" (Apocalipsis 19:08).
Debemos "soportarnos y perdonarnos unos a otros" (Colosenses 3:13).
La raíz de la crítica y de la murmuración deben ser desarraigadas de la iglesia, pues contaminan la grey de Dios. Hay iglesias que crecen en cantidad de miembro rápidamente, sin embargo no logran sujetar a "sus ovejas", porque no aprendieran  a tejer "la cuerda de amor", ese " hilo invisible" que os mantienen unidos unos a otros. Vienen del mundo, como todos nosotros, y arrastran para dentro de su iglesia la parte mundana, sus debilidades, y quieren conservarlas a todo coste, como si fueran un tesoro, y no permiten que el Espíritu Santo les "empape con Su verdad" y les cambie; son vasos rotos pegados con cinta adhesiva. No pueden crecer en amor, en complicidad y en entrega, porque realmente no conocen al Autor de la vida y de la salvación; el Consumador de la fe, Jesucristo, el Hijo de Dios.
La base de todo que existe es el amor; no hay otro sentimiento más importante y más grande que éste.
El amor es el olor fragante que sube al trono de Dios. En Su palabra Dios enfatizó bien el motivo porqué envió a Su único Hijo Jesucristo al mundo para morir en una cruz: por amor a nosotros, la humanidad (Juan 3:16). La iglesia tiene que primar (destacar) por el amor que os une unos a otros, El amor debe hablar más alto y más fuerte que cualquier predicación, testimonio o servicio prestado a Dios. Si queremos conocer el verdadero amor debemos leer con mucha atención 1ª de Coríntios 13, veamos: " Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.
Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.
Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.
Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.
Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor".
Hasta para orar es necesario que amemos, porque si no sentimos amor por los que vamos a orar, ¿cómo podremos orar una oración eficaz y poderosa por las personas, por la ciudad por la cual estamos intercediendo, o simplemente al servicio a Dios?
El amor tiene que ser la flecha que lleva la oración a alcanzar el blanco, la diana; ¿y qué es la diana para uno que ora? Es el corazón de Dios. Si no es así, la oración será como una hoja seca, sin vida, llevada por el viento.
El amor nos hace sentir dependientes; uno que ama realmente desea agradar a su amado o amada. Nosotros que amamos a Jesús somos completamente dependientes de Él; deseamos agradarle en todo, porque sabemos que Él nos ama, con un amor incondicional y sin reservas, por eso se entregó en la cruz del Calvario por nosotros, entregó Su vida para regalarnos el perdón y la vida eterna. Por eso deseamos estar siempre con Jesús, hablarle a Él, agarrarnos a su mano, respirar Su aliento divino, y parecernos más a Él en todo, a cada día. Y es así que ocurrirá también con nuestros hermanos en la fe, que cuando vean que son verdaderamente amados, sin hipocresía, querrán estar con nosotros, ser como nosotros, y entonces podremos ser realmente como "una piña".
El perfume de las flores es que atraen a las abejas, ¿verdad? Las abejas vienen a las flores y se alimentan del polen y del néctar, y después llevan en sus cuerpos el polen a otras flores y las polinizan. El trabajo de la abeja obrera es producir la miel. Nosotros también debemos producir "la miel del amor" para alimentar a otros. ¿Y cómo podremos hacerlo? Fabricando buenos sentimientos y buenos pensamientos hacia los hermanos en la "colmena" de nuestro corazón y de nuestra mente. Produciendo compasión y misericordia por los más débiles en la fe y ayudándolos. Alentándonos unos a otros en las aflicciones, en fin, dando siempre un verdadero y sincero testimonio de amor cristiano, y viéndonos siempre a través de la sangre de Jesús con ojos de amor, como Dios nos ve.
Para que esto sea posible tenemos que hacer como las abejas: ir a la "Rosa de Sarón" y al "Lirio de los Valles" (Cantares 2:1), y alimentarnos de Su néctar de amor, y llevar en nuestro corazón el polen del amor  y polinizar a otros. Entonces, después de fecundados con ese polen de amor, empezarán a dar muchos frutos.
Jesús es la Rosa de Sarón, y el Lirio de los Valles (Cantares 2:1); Él es el río de agua viva (Juan 7:37b, 38), el Verbo, la palabra de Dios (Juan 1:1).
Nadie puede tener ese amor si no va primero a la fluente, y se alimenta hasta saciarse; por eso es muchísimo importante el tener una relación personal e íntima con Jesús. ¿Y cómo logramos eso? Dándole nuestro amor, teniendo un tiempo con Él "en lo secreto" todos los días; orando, leyendo Su palabra; dándole el primero lugar en nuestros asuntos y en nuestra vida; buscando conocerle más y más a cada día, y haciendo Su voluntad en todo. Agradeciéndole por Su bondad y misericordia, y buscando una intimidad con Él a tal punto que nos sintamos completamente enamorados. ¡Amén! Dios os bendiga.

sábado, 20 de agosto de 2011

El Buhonero (Mascate, ambulante)

Nova Esperança era uma pequena e humilde cidade, onde nunca acontecia nada de novo; todos os habitantes viviam uma vida monótona e entediante.
Neste dia estava uma bela manhã; era cedo ainda, mas se podia ver que seria um lindo dia, pois o sol já começava a aparecer timidamente no horizonte.
Muito de manhãzinha, os moradores de Nova Esperança foram acordados pelo barulho de um caminhão que entrava na única praça da cidade. Um homem com um megafone gritava com todas as suas forças: "Moradores de Nova Esperança, acordem! Hoje será um dia de muita alegria para todos vocês! Vim aqui para trocar tudo o que vocês têm de velho e inútil em vossas casas por algo novo e útil! Não deixem passar esta oportunidade; vinde, pois, e trazei tudo o que está velho, tudo que estiver quebrado e eu trocarei pelo que vocês escolherem do meu caminhão; hoje será um dia especial para esta cidade!
Os vizinhos observavam das janelas, assustados e curiosos, porque nunca tinham visto nada igual, estavam acostumados com suas vidas monótonas, e isso era realmente uma grande novidade! Alguns se atreveram a ir para fora, para ver de perto aquele homem que agitava todo o povo. A curiosidade lhes fazia juntar-se na praça, ao redor do caminhão, e miravam ao homem, completamente extasiados, como se estivessem hipnotizados por aquela voz. Imediatamente alguns foram correndo à sua casa, e voltaram trazendo em seus braços todo tipo de coisas como: utensílios domésticos, sapatos, quadros, roupas, lâmpadas...e tudo que traziam era imediatamente trocado por alguma coisa de utilidade do caminhão daquele raro personagem.

Esta parábola se pode comparar com o evento maior e mais importante que acontece na vida daqueles que recebem a Jesus Cristo, o Filho de Deus, no seu coração como Senhor e Salvador.
Não é a antiga história do gênio da lâmpada; é a história mais real, séria e importante das nossas vidas.
Jesus é como esse mascate, Ele vem para transformar nossas vidas, para mudar o "velho" pelo "novo".
Ele diz em sua palavra que temos que "nascer de novo" (João 3:7), da "água e do Espírito" (João 3:5), e só assim entraremos no reino de Deus. Aquele que não permite que o Espírito Santo faça a obra de regeneração e restauração em sua vida, e quer continuar a viver como o "velho homem", continua nascido da carne, não nasceu de novo espiritualmente, como está escrito: "O que é nascido da carne, é carne ; e o que é nascido do
Espírito é espírito" (João 3:6). Precisamos "nascer de novo", porque devido ao pecado de desobediência cometido por nossos primeiros pais Adão e Eva, todos nós nascemos espiritualmente mortos.
Dê o teu duro coração para Jesus, e Ele vai trocar o teu coração de pedra por um novo coração de carne.
Entregue-lhe teus velhos hábitos, teus velhos vícios, tua velha maneira de pensar, de agir e de falar. Confessa-lhe teus mais íntimos pecados, e entrégue-lhe, e Ele vai perdoar e apagar teus pecados, e não se lembrará mais deles: "Vinde  então, e argüi-me, diz o Senhor: ainda que os vossos pecados sejam como a escarlata, eles se tornarão brancos como a neve; ainda que sejam vermelhos como o carmesim, se tornarão como a branca lã" (Isaías 1:18),
Jesus não é o gênio da lâmpada, nem um mágico; Ele é o unigênito Filho de Deus, o Rei dos Reis, o Senhor dos Senhores. Ele é o Caminho, a verdade e a vida, e ninguém vai ao Pai, senão por Ele" (João 14:6).
Ele não vai te dar apenas três desejos; Ele vai te dar o seu eterno amor, o seu perdão, sua própria vida, seu sangue, sua saúde, seu caráter, sua santidade...
Dê a Ele tuas emoções, tuas feridas e mágoas, teus medos. Ele é o teu médico, teu psicólogo, teu curador.
Ele troca a tua vida mortal por uma vida imortal, eterna.
Na Biblia diz: "porque sabemos que  e a nossa casa terrestre, este tabernáculo (que é o nosso corpo carnal) se desfizer, temos da parte de Deus um edifício, uma casa não feita por mãos, eterna, nos céus, e por isso também gememos, desejando ser revestidos da nossa habitação celestial, que é do céu, porque estando vestidos, não seremos achados nus" (2ª Coríntios 5:1-3). Todos nós devemos querer ardorosamente, ser transformados conforme o caráter   de Cristo; devemos desejar, e permitir que o Espírito Santo faça essa transformação, mesmo que doa. Se permitimos que Ele troque o nosso "velho homem" pelo "novo", já poderemos tomar posse e desfrutar desse novo lar celestial, o novo corpo transformado e restaurado por Deus. Eu acho que nenhum de nós gostaria de ter uma morada faltando portas, janelas, com o telhado e as paredes quebradas, certo? Estas são as áreas de nossas vidas que mais necessitamos trazer a Jesus (como: falar ou pensar mal dos outros, ser egoísta, soberbio, mentirosos, etc. ), e confiar nele porque Deus diz em sua palavra: "tendo por certo isto mesmo, que aquele que em vós começou a boa obra a aperfeiçoará até o dia de Cristo Jesus" (Filipenses 1:6), O dia de Jesus Cristo é o dia em que nos apresentaremos diante de Deus, seja quando Jesus retorne para levar ao céu o seu povo, ou quando morremos.
Então, facilitemos o trabalho de Jesus; entreguemos toda nossa vida em suas preciosas mãos, sem desculpas, colocando-o em primeiro lugar, como lhe corresponde, e felizes de ser transformados à sua imagem e semelhança. É um grande previlégio, não é? Deus abençõe a todos vocês.

viernes, 19 de agosto de 2011

Pensamento:

"Quem despreza um amigo/a sincero/a, despreza a bem-aventurança de momentos preciosos de cumplicidade.

A paz do Senhor!

Nota: Por causa da dificuldade que muitos leitores têm para ler e entender o que está escrito em espanhol, resolvi escrever também em português; espero que tudo seja de edificação para as nossas vidas. Que Deus lhes abençoe. Amém.

martes, 16 de agosto de 2011

Parábola

                                             El buhonero

Nueva Esperanza era un pequeño y humilde pueblo.dónde nunca acaecía nada; todo el pueblo vivía una vida monótona y aburrida.
Es éste día hacía una mañana preciosa. Era muy temprano todavía, pero ya se podía ver que tendrían un hermoso día, pues el sol ya empezaba a aparecer tímidamente en el horizonte.
Muy temprano, los habitantes de Nueva Esperanza fueron despertados por el ruido de un camión que entraba en la única plaza del pueblo. Un hombre con un megáfono gritaba a plenos pulmones: ¡Pueblo de Nueva Esperanza, despertaos! ¡Hoy es un día de mucha alegría para todos ustedes; ha llegado el buhonero, el que cambia lo viejo por lo nuevo! ¡Venid luego, traed todo lo que tienen de viejo e inservible, todo que está roto; hoy será un día especial e inolvidable para este pueblo!
Los vecinos miraban por las ventanas asustados y curiosos, porque nunca habían visto algo semejante; estaban acostumbrados con sus pobres vidas monótonas y ésto era realmente una gran novedad. Algunos se atrevieron a salir a la calle a ver de cerca ese extraño hombre que alborotaba todo el pueblo. La curiosidad les hacía aglomerarse en la plaza alrededor del camión del buhonero, y le miraban completamente extasiados, como si estuvieran hipnotizados por aquella voz.
Algunos en seguida se iban corriendo a sus casas, y volvían trayendo en sus brazos toda suerte de cosas, como: utensilios de cocina, zapatos, cuadros, ropas, lámparas...y todo lo que traían era inmediatamente cambiado por algo de utilidad del camión de aquél raro personaje.

Ésta parábola se puede comparar con el acontecimiento más grande e importante que ocurre en la vida de los que reciben a Jesucristo, el Hijo de Dios, en sus corazones como su Señor y Salvador.
No es el cuento del genio de la lámpara maravillosa; es la historia más real, seria e importante de nuestras vidas. Jesús es como ese buhonero; Él viene a transformar nuestras vidas; a cambiar lo viejo por lo nuevo. Él dice en Su palabra que tenemos que "nacer de nuevo" (Juan 3:7), " del agua y del Espíritu" (Juan 3:5), pues sólo así entraremos en el reino de Dios.
Aquél que no permite que el Espíritu Santo haga la obra de regeneración y restauración en su vida y quiere continuar a vivir como "el viejo hombre", continua nacido de la carne, no ha nacido de nuevo espiritualmente, como está escrito: "Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es"(Juan 3:6). Es necesario "nacer de nuevo", porque debido al pecado de desobediencia que  cometieron  nuestros primeros padres Adán y Eva, todos hemos nacidos ya muertos espiritualmente.
Entrega tu duro corazón a Jesús, y Él cambiará tu corazón de piedra por un nuevo corazón de carne. Entrégale tus viejos costumbres, tus viejos vicios, tu vieja manera de pensar, de actuar y de hablar. Confiesa a Él tus más íntimos pecados y entrégale, y Él te perdonará y borrará tus pecados, y no se acordará más de ellos: "Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta; si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana" (Isaías 1:18).
Jesús no es el genio de la lámpara, ni tampoco un mago; Él es el unigénito Hijo de Dios, el Rey de Reyes y Señor de Señores. Él es el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14:6). Él no te regalará solamente tres deseos; Él te regalará su amor, su perdón, su propia vida, su sangre, la sanidad, y su santidad.
Entrégale tus emociones, tus heridas, tus temores; Él es tu médico, tu psicólogo, tu sanador. Él cambia tu vida mortal por una vida inmortal.
En la Biblia dice: "porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo (que es nuestro cuerpo carnal) se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos; y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial, pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos" (2ª Coríntios 5:1-3). Todos nosotros debemos desear ser transformados conforme en carácter de Cristo; debemos anhelar y permitir al Espíritu Santo que haga esa transformación
aunque nos duela. Si permitimos que Él cambie nuestro "viejo hombre" por un "nuevo" ya podremos tomar posesión y disfrutar de esa nueva morada celestial, el nuevo cuerpo transformador y restaurado por Dios.
Creo que ninguno de nosotros deseamos tener una morada celestial faltando puertas, ventanas, con el tejado o el muro roto, ¿verdad? Éstas son las áreas de nuestras vidas que debemos entregar a Jesús. Dios dijo en su palabra: " Aquel que la buena obra empezó, será fiel en completarla hasta el día de Jesucristo" (Filipenses 1:6). "El día de Jesucristo" es el día que vamos presentarnos delante de Él, sea cuando Él vuelva, o cuando nos muramos. Entonces, facilitemos la labor de Cristo, rindamos toda nuestra vida a Él, sin excusas, gozosos de poder ser cambiados y transformados a su imagen y semejanza; ¿Qué privilegio, verdad? Dios os bendiga.

Pensamiento

"El verdadero hijo de Dios no tiene derecho a pecar; debe pasar por la criba de la Palabra de Dios todos sus deseos, pensamientos, palabras y obras".

lunes, 15 de agosto de 2011

Carta Personal de Dios Padre a Su creación

Querido/a hijo/a:
Quiero que tú conozcas lo que he planeado para tu vida al crearte. Te he creado para tener una relación personal e íntima conmigo. Quiero que seas mi amigo/a, el compañero/a que anhelo. Quiero que me conozcas, que sientas en tu corazón en mismo amor que siento por ti. Te amo, hijo/a, necesito tu amistad. Mi anhelo es que encuentres la verdadera  felicidad, y que mi paz reine en tu corazón.
Tú puedes pensar que, por ser Dios, tengo todo lo que me propongo, y es verdad, pero no quiero tenerlo por la fuerza. Quiero que mis hijos/as me amen verdaderamente, con un corazón sincero, sin reservas, incondicionalmente, para que yo pueda bendecirles con una felicidad completa.
En el principio mis hijos Adán y Eva eran lo que yo había soñado; eran obedientes, me hacían feliz, eran como "las niñas de mis ojos". Yo me reía con ellos, y andaba con ellos en el Edén al aire del día, y ellos disfrutaban de mi compañia. Me contaban sus más íntimos deseos, y yo les complacía en todo, porque quería que se sintieran contentos y felices. ¡Yo creo que no se aburrían en mi compañia, creo que también la deseaban! Yo les hice libres, y podían hacer cosas por su propia iniciativa, sin tener que consultarme o presentarme cuentas a todo momento, no les hice como robots.
En el Edén donde les puse a vivir no habían ángeles protectores, porque no vi necesidad de ponerlos allí; confiaba plenamente en mis hijos Adán y Eva, y además no quería que ellos se sintieran vigilados.
Yo tengo un enemigo que se llama Satanás; en el principio él se llamaba Lucero, y era un querubín hermoso.
Tenía la apariencia de bueno y se mostraba siempre obediente, pero en su corazón albergaba la codicia y la envidia, y su deseo era el ser poderoso como yo; deseaba levantar un trono como el mío, y ser semejante a mí. Él causó mucha disensión y división entre mi séquito de ángeles en el cielo. No se contentaba en ser mi querubín preferido, en quien yo ponía toda mi confianza, y pudo, con su sabiduría maligna, contaminar a muchos de mis ángeles, que como él fueron también echados del cielo. Su intención nunca fue hacer un reino de amor y paz como el mío; él sólo pensaba en sí mismo; quería tener ángeles a su servicio para hacerlos prisioneros e infelices. Yo tuve que echarlo del cielo juntamente con los ángeles que se unieron a él, engañados por sus promesas mentirosas.
Yo hice nacer en el Edén todo árbol que daba frutos para comer, y dí permiso a mis hijos Adán y Eva para comer de ellos. Hice también nacer un árbol que puse el nombre de "árbol de la ciencia del bien y del mal", y les prohibí, terminantemente que comiesen de los frutos de ese árbol; fue mi única condición, y les dije que, si ellos comiesen, ciertamente morirían.
Entre las ramas de ese árbol, mi enemigo Satanás se escondió, disfrazado en una serpiente, para tentar a mis hijos y convencerlos de que yo me había equivocado, y que si ellos comiesen del árbol prohibido no morirían, y sí, que serían abiertos sus ojos y serian como dioses, sabiendo el bien y el mal. Mis hijos Adán y Eva me conocían y sabían que yo jamás les mentiría, y que todo lo que yo hacía o les enseñaba, era para su propio bien, para su felicidad. Pero ellos escogieron oír y obedecer a mi enemigo, y comieron del fruto prohibido; y así entró el pecado en la humanidad, el pecado de la desobediencia, y yo no tuve otra opción que echarles del paraíso que había creado para ellos.
Con todo eso que ocurrió la humanidad se quedó en manos de mi enemigo, que siguió obrando en sus corazones, de generación en generación.
Su maldad se extendía velozmente, y mi corazón lloraba y dolía al ver como las personas, contaminadas por mi enemigo, se hacían daño y se mataban entre ellos; el amor y la paz habían desaparecido de la faz de la tierra. El mundo de amor y paz que yo había creado se había transformado en un caos...
Yo probé de todo: hice leyes para poner orden en el mundo; envié profetas para hablarles y hacerles volver de sus malos caminos, pero no quisieron oírles, y muchos de esos profetas fueron apedreados y hasta muertos...
¿Qué debía hacer yo. Pensé: "Tengo que poner en marcha mi plan perfecto. Debo destruir ese enemigo definitivamente. Pero si yo le destruyo y le hago desaparecer de la tierra, mis hijos se volverán a mí por la fuerza. Ese no es mi plan, porque no he creado robots. He creado personas con libre albedrío; no debo hacerles volver a mí porque no tienen otra alternativa o por miedo.Yo os amo mucho, y puse en sus corazones sentimientos y valores que debo respetar. Yo tengo que hacer por ellos algo muy grande...tengo que probarles cuánto los amo...daré mi vida...
Y yo, mis queridos hijos, había decidido regalarles lo más precioso que tenía: mi único y amado Hijo.
Al hablar con mi hijo Jesús le expliqué mi plan; era un plan de salvación donde Él tendría que sufrir mucho,
ser humillado, azotado, y derramar su sangre, muriendo en una cruz, y lo peor sería que yo tendría que abandonarlo en el momento más crítico de su angustia...
Mi hijo Jesús estuvo totalmente de acuerdo, porque sabía que esa era la única esperanza para la humanidad.
A Él le dolía mucho también el ver que el mundo estaba caminando a la destrucción . Desde el principio Él supo lo que conllevaba ese plan; Él estaba libre para decidir, pero yo no tuve que convencerle, pues Él amaba mucho a la humanidad. Él estuvo conmigo durante todo el proceso de la creación, juntamente con el Espíritu Santo (Gen. 1:26). Mucha gente piensa que he hecho todo solo, pero si escudriñan las Escrituras verán que fue una obra conjunta. Mi hijo Jesús vino al mundo conforme mis planes: nació de una mujer virgen por obra del Espíritu Santo que la cubrió. Se entregó voluntariamente  en manos de sus verdugos, y pagó en la cruz por todos los pecados de la humanidad, dio su vida para rescatar  las vidas, y para regalarles la vida eterna.
Fue una muerte cruel, humillante, pero nadie podría sustituirle en esa cruz. Fue expuesto a toda clase de vituperios, de humillaciones; fue burlado, escupido, azotado...
Ahora me duele mucho ver que algunas personas no comprenden la magnitud de ese sacrificio. Mi hijo Jesús dio su vida para salvar a la humanidad de una muerte eterna.
Yo sé que muchos creen en mí y piensan que esto es lo suficiente, pero no lo es. Si así lo fuera, yo no tendría que sacrificar la vida de mi Hijo de mi alma, mi Hijo de mi corazón. ¿Tú piensas que fue fácil para mí entregar
mi Hijo para un sacrificio de esa envergadura? Él hizo ese sacrificio por amor a cada uno de vosotros. Él, solamente Él merece toda la gloria, toda honra, toda la alabanza, toda adoración, y todo agradecimiento de vuestra parte. ¡Piénsalo bien! Recíbalo en tu corazón ahora mismo,¡ no espere más!

"Querido Jesús, ahora he comprendido que realmente me amas con un amor incondicional, y quiero rogarte
que me perdones todos mis pecados pasados, presentes y futuros. Te pido que me limpies de toda maldad,
y que vengas a vivir para siempre en mi corazón. Yo creo en tu palabra, y en el sacrificio que has hecho en la cruz del Calvario, al entregarse a la muerte por mí, siendo que yo merecía estar en tu lugar, y sé que es por tu gracia, porque no lo merezco. Creo que tú eres el Hijo de Dios, y que Él te levantó de los muertos al tercer día. Te pido, Señor, que tomes el control y que cumplas tus propósitos en mi vida. Deseo que me ayudes también a cambiar, que yo pueda tener tu carácter, ser como tú, pues mi intención a partir de hoy es agradarte en todo. Te agradezco por haberme dado esta oportunidad a través de tu siervo/a que me ha hablado de tu salvación y me ha llevado al arrepentimiento. Gracias Jesús.

viernes, 12 de agosto de 2011

Rincón de la risa:

Anécdota:

Unos padres llevan su hijo de 3 años de edad al tanatorio
para velar el cuerpo de un vecino, un anciano de 90 años.
La madre coge en brazos al niño para que él pueda ver
al muerto. El niño mira al muerto dentro del ataúd y dice,
con lágrimas en los ojos: ¡Pobre hombre, mamá! Él está
muy enfermo, ¿verdad?

Poesía

¡Dios bendiga a tus pies!
Ésta es la frase que oí
de la boca de mi padre,
al despedirse de mí
en aquélla lejana tarde.

Siento que en aquél momento
Dios en el cielo dijo, ¡amén!
Porque donde mis pies pisan
hasta el mal se transforma en bien.

He vivido una vida
completamente desordenada
hacía lo que quería
y no me preocupaba con nada.

Pero al conocer a Jesús
mi amado Salvador
mi camino se volvió seguro
y lleno de amor.

Tengo paz, tengo amigos
que me cobijan en su hogar
soy amada, soy querida
como he sido amada allá.

Mi amado padre ya no está
¡Cómo añoro su mirada!
sus consejos, sus cuidados,
sus palabras pausadas.

Sabio es el hijo que acepta
los consejos de sus padres
pues ahorrará sufrimiento
y apartará muchos males.

Pensamientos

"Quien desprecia un/a amigo/a sincero/a, desprecia la dicha de momentos preciosos de complicidad"

miércoles, 3 de agosto de 2011

Poesía

Si quieres conocer a tu Dios
y tener una relación
íntima con Él,
lee Su Palabra, y lo conocerás
y descubrirás Su voluntad.
Si quieres agradar a tu Dios
déjale que te toque
y te muestre Su Verdad,
en Su Palabra todo escrito está
para tu vida transformar.
Si insistimos en conservar,
cosas de nuestra vieja vida,
a nuestro Dios no le agradará,
y de Su reino nos apartará.
En el reino no habrá debilidad,
el pecado allí no tiene lugar,
ninguna maldad  podrá entrar,
en el perfecto reino de Jehová.
En el perfecto reino de Jehová
sólo habrá allí la santidad,
la gracia y el amor abundará
en el perfecto reino de Jehová.

¿Dónde se ocultó la felicidad?

      Una de las cosas que el ser humano más busca es la felicidad, y lo que más se oye es que no son felices.
Éste es infeliz porque no tiene dinero, el otro porque le falta la salud; otro porque su pareja le abandonó, y el otro porque nadie le quiere.
Uno reclama de la soledad, otro de la familia numerosa que le agobia con mil problemas.
Uno culpa el exceso de trabajo, el otro reclama de la falta de él;
Uno ama la lluvia, el viento, el frío...otro aborrece el tiempo que no le permite disfrutar de la playa, de los helados y del calor del sol.
En todo este panorama, el ser humano continúa en busca de la felicidad.
¿Dónde se ocultó la felicidad?
Soberanamente sabio, Dios no puso la felicidad en el gozo de los placeres carnales. Además, una criatura necesita de otra para alcanzar su plenitud, pero cada vida es independiente, y en la mayoría de las veces uno tiene que dejar su pareja sola aquí en la tierra, y presentarse delante de Dios en la eternidad.
Amoroso y bueno, Dios no puso también la felicidad en la belleza del cuerpo, porque ella es pasajera; los años pasan y la belleza cambia. La piel antes fina y delicada, sin arrugas y sin manchas no resisten al paso del tiempo, y los conceptos de belleza se modifican: lo que ayer era exaltado, hoy ya no merece aplauso.
Tampoco Dios puso la felicidad en la conquista de los logros humanos, porque todo eso es igualmente transitorio: los trofeos hoy conquistados mañana pasarán a otras manos.
Igualmente Dios no puso la felicidad en la salud o en la fuerza del cuerpo, que hoy se presenta y mañana se ausenta.
En fin, Dios, perfecto en todas sus cualidades y obras no puso la felicidad en nada que dependiera del ser humano, de alguna cosa externa, de un tiempo o de un lugar.
Estableció sí, que la felicidad depende exclusivamente de nuestra relación con Él; brota de nuestra intimidad con Dios. Como enseñó Jesús, nuestro Maestro: "El reino de los cielos está dentro de vosotros"; por eso se hace posible la felicidad aquí en la tierra, y goza de ella la persona que no pone obstáculos y condiciones externas para conquistarla. Es feliz aquél que tiene conciencia de su condición de hijo de Dios, inmortal, coheredero con Cristo Jesús. El que no se ata a pequeñas cosas, porque sabe que ya no es esclavo, y tiene sus ojos puestos en Jesús, el autor y consumador de la fe. Si tiene familia, es feliz porque tiene personas para amar, para cuidar y proteger. Si no la tiene, ama a quien se presente, ayudando al pobre, a la viuda y al huérfano que se sienten solos.
Si tiene salud, usa sus días para hacer el bien; si la enfermedad se presenta, agradece a Dios la oportunidad de poder poner en acción su fe y recibir la sanidad divina.
Si tiene un techo es feliz, porque puede hospedar a otro hermano, recibir amigos...Si no lo tiene, vive con dignidad y consciente que nada en verdad le pertenece. Nada lo perturba...
Finalmente, el hombre feliz es aquél que reconoce que la tierra es solamente un lugar de paso, una escuela de aprendizaje. Que sabe que vino para aprender a ser mejor persona, pero terminado su tiempo, volverá a su antigua morada.
La verdadera felicidad consiste en la conquista de bienes no perecederos, en buscar en reino de Dios y su justicia. Y la felicidad tiene un nombre que es sobre todo nombre: "Jesús"; y la alcanza todo aquél que entrega su vida en Sus preciosas manos.
¿No tienes dinero, un trabajo, un techo? Él te proveerá: "Salmo 68:10, Salmo 23".
¿No tienes salud? Él te sanará, porque ha dado Su vida en la cruz del Calvario, para tú puedas disfrutar de una vida plena y abundante (Isaías 53).
¿Te sientes solo y rechazado? Ven a Él, pues Él nunca te rechazará, y además, estará contigo para siempre (Juan 6:37 y Mateo 28:20).
Ven a Jesús, Él es la felicidad que tanto anhelas y buscas. Dios os bendiga.

Pensamientos

"La amistad es como la sopa, necesita de buenos ingredientes para ser rica y nutritiva".

Dale un abrazo a tu amigo/a, dile cuánto le quieres y cuán es importante para ti su amistad. Llámale por teléfono, invítale a comer, a tomar un café...Estos son unos de los ingredientes importantes para solidificar una amistad; vale la pena esforzarse, pues dará buenos frutos.