Querido/a hijo/a:
Quiero que tú conozcas lo que he planeado para tu vida al crearte. Te he creado para tener una relación personal e íntima conmigo. Quiero que seas mi amigo/a, el compañero/a que anhelo. Quiero que me conozcas, que sientas en tu corazón en mismo amor que siento por ti. Te amo, hijo/a, necesito tu amistad. Mi anhelo es que encuentres la verdadera felicidad, y que mi paz reine en tu corazón.
Tú puedes pensar que, por ser Dios, tengo todo lo que me propongo, y es verdad, pero no quiero tenerlo por la fuerza. Quiero que mis hijos/as me amen verdaderamente, con un corazón sincero, sin reservas, incondicionalmente, para que yo pueda bendecirles con una felicidad completa.
En el principio mis hijos Adán y Eva eran lo que yo había soñado; eran obedientes, me hacían feliz, eran como "las niñas de mis ojos". Yo me reía con ellos, y andaba con ellos en el Edén al aire del día, y ellos disfrutaban de mi compañia. Me contaban sus más íntimos deseos, y yo les complacía en todo, porque quería que se sintieran contentos y felices. ¡Yo creo que no se aburrían en mi compañia, creo que también la deseaban! Yo les hice libres, y podían hacer cosas por su propia iniciativa, sin tener que consultarme o presentarme cuentas a todo momento, no les hice como robots.
En el Edén donde les puse a vivir no habían ángeles protectores, porque no vi necesidad de ponerlos allí; confiaba plenamente en mis hijos Adán y Eva, y además no quería que ellos se sintieran vigilados.
Yo tengo un enemigo que se llama Satanás; en el principio él se llamaba Lucero, y era un querubín hermoso.
Tenía la apariencia de bueno y se mostraba siempre obediente, pero en su corazón albergaba la codicia y la envidia, y su deseo era el ser poderoso como yo; deseaba levantar un trono como el mío, y ser semejante a mí. Él causó mucha disensión y división entre mi séquito de ángeles en el cielo. No se contentaba en ser mi querubín preferido, en quien yo ponía toda mi confianza, y pudo, con su sabiduría maligna, contaminar a muchos de mis ángeles, que como él fueron también echados del cielo. Su intención nunca fue hacer un reino de amor y paz como el mío; él sólo pensaba en sí mismo; quería tener ángeles a su servicio para hacerlos prisioneros e infelices. Yo tuve que echarlo del cielo juntamente con los ángeles que se unieron a él, engañados por sus promesas mentirosas.
Yo hice nacer en el Edén todo árbol que daba frutos para comer, y dí permiso a mis hijos Adán y Eva para comer de ellos. Hice también nacer un árbol que puse el nombre de "árbol de la ciencia del bien y del mal", y les prohibí, terminantemente que comiesen de los frutos de ese árbol; fue mi única condición, y les dije que, si ellos comiesen, ciertamente morirían.
Entre las ramas de ese árbol, mi enemigo Satanás se escondió, disfrazado en una serpiente, para tentar a mis hijos y convencerlos de que yo me había equivocado, y que si ellos comiesen del árbol prohibido no morirían, y sí, que serían abiertos sus ojos y serian como dioses, sabiendo el bien y el mal. Mis hijos Adán y Eva me conocían y sabían que yo jamás les mentiría, y que todo lo que yo hacía o les enseñaba, era para su propio bien, para su felicidad. Pero ellos escogieron oír y obedecer a mi enemigo, y comieron del fruto prohibido; y así entró el pecado en la humanidad, el pecado de la desobediencia, y yo no tuve otra opción que echarles del paraíso que había creado para ellos.
Con todo eso que ocurrió la humanidad se quedó en manos de mi enemigo, que siguió obrando en sus corazones, de generación en generación.
Su maldad se extendía velozmente, y mi corazón lloraba y dolía al ver como las personas, contaminadas por mi enemigo, se hacían daño y se mataban entre ellos; el amor y la paz habían desaparecido de la faz de la tierra. El mundo de amor y paz que yo había creado se había transformado en un caos...
Yo probé de todo: hice leyes para poner orden en el mundo; envié profetas para hablarles y hacerles volver de sus malos caminos, pero no quisieron oírles, y muchos de esos profetas fueron apedreados y hasta muertos...
¿Qué debía hacer yo. Pensé: "Tengo que poner en marcha mi plan perfecto. Debo destruir ese enemigo definitivamente. Pero si yo le destruyo y le hago desaparecer de la tierra, mis hijos se volverán a mí por la fuerza. Ese no es mi plan, porque no he creado robots. He creado personas con libre albedrío; no debo hacerles volver a mí porque no tienen otra alternativa o por miedo.Yo os amo mucho, y puse en sus corazones sentimientos y valores que debo respetar. Yo tengo que hacer por ellos algo muy grande...tengo que probarles cuánto los amo...daré mi vida...
Y yo, mis queridos hijos, había decidido regalarles lo más precioso que tenía: mi único y amado Hijo.
Al hablar con mi hijo Jesús le expliqué mi plan; era un plan de salvación donde Él tendría que sufrir mucho,
ser humillado, azotado, y derramar su sangre, muriendo en una cruz, y lo peor sería que yo tendría que abandonarlo en el momento más crítico de su angustia...
Mi hijo Jesús estuvo totalmente de acuerdo, porque sabía que esa era la única esperanza para la humanidad.
A Él le dolía mucho también el ver que el mundo estaba caminando a la destrucción . Desde el principio Él supo lo que conllevaba ese plan; Él estaba libre para decidir, pero yo no tuve que convencerle, pues Él amaba mucho a la humanidad. Él estuvo conmigo durante todo el proceso de la creación, juntamente con el Espíritu Santo (Gen. 1:26). Mucha gente piensa que he hecho todo solo, pero si escudriñan las Escrituras verán que fue una obra conjunta. Mi hijo Jesús vino al mundo conforme mis planes: nació de una mujer virgen por obra del Espíritu Santo que la cubrió. Se entregó voluntariamente en manos de sus verdugos, y pagó en la cruz por todos los pecados de la humanidad, dio su vida para rescatar las vidas, y para regalarles la vida eterna.
Fue una muerte cruel, humillante, pero nadie podría sustituirle en esa cruz. Fue expuesto a toda clase de vituperios, de humillaciones; fue burlado, escupido, azotado...
Ahora me duele mucho ver que algunas personas no comprenden la magnitud de ese sacrificio. Mi hijo Jesús dio su vida para salvar a la humanidad de una muerte eterna.
Yo sé que muchos creen en mí y piensan que esto es lo suficiente, pero no lo es. Si así lo fuera, yo no tendría que sacrificar la vida de mi Hijo de mi alma, mi Hijo de mi corazón. ¿Tú piensas que fue fácil para mí entregar
mi Hijo para un sacrificio de esa envergadura? Él hizo ese sacrificio por amor a cada uno de vosotros. Él, solamente Él merece toda la gloria, toda honra, toda la alabanza, toda adoración, y todo agradecimiento de vuestra parte. ¡Piénsalo bien! Recíbalo en tu corazón ahora mismo,¡ no espere más!
"Querido Jesús, ahora he comprendido que realmente me amas con un amor incondicional, y quiero rogarte
que me perdones todos mis pecados pasados, presentes y futuros. Te pido que me limpies de toda maldad,
y que vengas a vivir para siempre en mi corazón. Yo creo en tu palabra, y en el sacrificio que has hecho en la cruz del Calvario, al entregarse a la muerte por mí, siendo que yo merecía estar en tu lugar, y sé que es por tu gracia, porque no lo merezco. Creo que tú eres el Hijo de Dios, y que Él te levantó de los muertos al tercer día. Te pido, Señor, que tomes el control y que cumplas tus propósitos en mi vida. Deseo que me ayudes también a cambiar, que yo pueda tener tu carácter, ser como tú, pues mi intención a partir de hoy es agradarte en todo. Te agradezco por haberme dado esta oportunidad a través de tu siervo/a que me ha hablado de tu salvación y me ha llevado al arrepentimiento. Gracias Jesús.