miércoles, 11 de septiembre de 2013
La soberanía de Dios
Las personas (no hablo sólo de los cristianos), cuando desean algo, lo piden al Señor, y le involucran en sus proyectos y planes y esto está muy bien; no obstante, cuando las cosas salen mal, o no tan bien en su totalidad, al empezar las aflicciones, ellas cambian la fe que tenían por la duda, si realmente el Señor estaba al control de todo. ¿Cómo podemos nosotros, simples mortales, hombres hechos del polvo de la tierra, altercar e intentar manipular a Dios de ésta manera? Entonces, si todo sale bien, damos ¡gloria a Dios! pero si las cosas se tuercen, decimos que Dios nos ha abandonado. La mayoría de las veces nosotros nos metemos en situaciones desastrosas solos, sin contar con la opinión o con la ayuda de Dios. También, a veces damos una de "muy espirituales", y decimos que estamos "esperando" en la voluntad de Dios, pero nuestra paciencia dura poco tiempo, y le desobedecemos adrede, haciendo nuestra propia voluntad. Hacemos "oídos sordos" a su voz, cuando él nos habla diciéndonos que no era ése plan que él tenía para nuestras vidas. Y así seguimos, desobedeciendo y después culpando a Dios con disimulo y muchas veces descaradamente. ¿Cómo podemos ser tan necios a punto de dudar de la soberanía de Dios sobre todas las cosas? ¿Quién ha creado el mundo y todo lo que en él hay, incluyendo al hombre? ¿Creemos que somos productos de una explosión de átomos o cosa parecida? Quien conoce la palabra de Dios y medita en ella día y noche sabe que no fue así que ocurrió. Fue nuestro Dios, el Creador, el Todopoderoso, quien creó todas las cosas, lo que vemos con nuestros ojos carnales y lo invisible, el mundo espiritual que sólo se puede ver con los ojos del espíritu, por fe.¡ Dejemos de poner a Dios como "cabeza de turco"! Ésta actitud es una señal de ingratitud, y es una injusticia hacia nuestro Dios, ¡él no se la merece! Asumamos la culpabilidad de nuestras malas acciones, y arrepintámonos de nuestros pecados, de nuestra necedad, y de nuestra desobediencia hacia él. Dios tiene poder más que suficiente para transformar las circunstancias, para sanar y restaurar nuestros matrimonios, nuestra relación con nuestros hijos, familia, negocios, y con los hermanos en Cristo. Dios muchas veces permite que "metamos la pata", que caigamos, y que veamos nuestra impotencia, para que él pueda obrar "a su manera", porque sólo así aprenderemos a confiar completamente en él. ¡Ni todo está perdido! Dios nos da oportunidad de rectificar nuestros errores a cada día que nos permite vivir. Hay solución para la calamidad que hemos provocado en nuestras vidas si confiamos en él. Dejemos de culpar a él, o de buscar otra victima para descargar nuestra ira y nuestro descontentamiento. Quitemos la máscara de buenos, del que "nunca ha roto un plato", y asumamos, de una vez por todas, nuestra necesidad URGENTE de la dependencia absoluta de Dios en todas las áreas de nuestras vidas. Amén.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario