Debemos siempre dar
aunque tengamos poco a ofrecer
porque el Señor prometió
que a todos Él ha de proveer.
Sigamos como ejemplo
a la viuda que dio
que de todo su sustento
en el arca dos monedas echó.
No es necesario esperar,
hasta que tengamos más
quién todo da con amor
ese es el mejor dador.
Ni siempre es necesario
dar cosas materiales,
tú puedes también dar
consejos espirituales...
Y tú verás, al dar
cuán alegre te sentirás
y el más bello instrumento
en las manos de Dios tú serás.
Estamos viviendo en un tiempo difícil, tanto materiales como espirituales, en una era de muchos conflictos, guerras, violencias, hambres y adversidades. El mundo está gritando, pidiendo nuestro auxilio, y algunos no hacen nada para disminuir el sufrimiento de su prójimo.
En todo momento vemos escenas en la tele, o en las revistas y periódicos, de niños que se mueren de hambre por no tener algo que llevar a la boca. La violencia crece cada día dando lugar a matanzas y a suicidios. El amor perdió su valor. Las personas prefieren tapar sus oídos o hacerse de sordos al grito de la humanidad, o esconderse detrás de fríos argumentos como que no tienen tiempo, que no tienen dinero suficiente, que la obligación es del gobierno y que con poco no se puede hacer nada.
Si cada uno hiciera su parte, podríamos cambiar la situación de esas personas. Debemos tener claro en nuestra mente y corazón que Dios nos ha llamado a hacer esas obras, y nos ha preparado a cada uno según su propósito y su plan para cada vida. Dios nos ha puesto en esta tierra como sus instrumentos. Él quiere ayudar a su pueblo, pero debemos estar dispuestos a colaborar con él de buena voluntad. No podemos fallar," porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas"(Efesios 2:10).
El don de dar no es privilegio de pocos. Dios dio ese don a todos sus hijos, tenemos solamente que cultivarlo, tener buena voluntad y ponerlo en acción.
El requisito que Dios nos pide, es que demos con mucho amor. Jesús nos ha enseñado que debemos amar a nuestro prójimo, y ¿cómo podemos probar que amamos a nuestro prójimo? Ayudándole, confortándole, y supliendo sus necesidades. Dios es amor, y nos ha amado de tal manera que entregó a su único Hijo a morir en una cruz y pagar por nuestros pecados.
Somos pecadores, ahora perdonados y limpiados por la sangre de Jesús, los que creyeran en él. No merecemos lo que Jesús nos ha hecho, pero él ha querido hacer ese sacrificio, dar su propia vida por amor y por su infinita misericordia hacia nosotros.
Aunque tengamos poco, debemos compartilo con nuestro prójimo: "El que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad" (1ª Juan 3:17-18).
En la Biblia hay un ejemplo de una viuda que era muy pobre, no tenía ni qué comer, pero ella conocía la responsabilidad y la necesidad de dar. Todos echaban en el arca del templo lo que les sobraba, pero ella de su pobreza echó las dos únicas monedas que tenía. Ni por un momento ella pensó que iba a quedarse sin nada, que no iba a tener lo que comer. Ella dio alegremente porque confiaba en Dios y sabía que él es un Dios fiel y proveedor, y sabía que él proveería para sus necesidades. Tenemos que hacer como esa viuda, dar sin temo, ayudar a nuestro prójimo en lo que haga falta, confiando que nuestro Padre celestial nos proveerá en el nombre de su Hijo Jesucristo. Amén.
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