sábado, 28 de septiembre de 2013

Una nueva oportunidad

       Todos nosotros necesitamos y tenemos derecho a una nueva oportunidad, aunque pensemos o nos dicen que no la merecemos. Todos hemos cometido a lo largo de los años muchos fallos, errores, algunos hasta graves y otros sin mayores importancia. Hemos hecho daño a mucha gente, pues el convivir es muy difícil, pero ni por eso tenemos que ser juzgados y rechazados. Jesucristo dice: "No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano" (Mateo 7:1-5).
      Cristo nos da siempre una nueva oportunidad de arrepentirnos de nuestros pecados mientras vivamos. Él dice: "Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera" (Juan 6:37), y también: "El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella" (Juan 8:7).
Jesús nos acepta, nos perdona, y nunca cierra la puerta de su corazón a los que le buscan.
Las personas cambian, principalmente si se convierten al Señor y entregan sus vidas en las manos del Alfarero.
      El verdadero sentido de la conversión de un individuo no debe ser por el temor del infierno, conlleva mucho más que ésto. La verdadera conversión debe estar basada y se lleva a cabo cuando nos fijamos en lo principal, que es: "Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos" (Marcos 12:30-31).
¿Y cómo se puede amar al prójimo como a ti mismo? Es perdonándole, es aceptándole nuevamente, es reconociendo que nadie es perfecto y que un día podremos estar en su lugar, siendo rechazados por haber fallado a alguien. Lo que no deseamos que hagan con nosotros no debemos hacerlo con otros.
      Cuando realmente nos convertimos conforme la voluntad de Dios, Jesús entra en nuestro corazón y hace un cambio radical en nuestra vida a través de su Santo Espíritu. Él nos limpia, nos pule, nos saca brillo, y echa fuera todo lo que no nos sirve, y nos transforma por completo en nuevas criaturas, "porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Efesios 2:10). Entonces, ¿ por qué insistimos en continuar a ver a las personas que hemos conocido hace tiempo, como indignas de nuestro afecto, de nuestra amistad y de nuestra confianza?
¡Cómo tenemos la memoria corta cuando se trata de rememorar lo que hemos hecho en el pasado a otras personas! Nosotros también hemos fallado muchas y muchas veces, a nuestras familias, a nuestros amigos, y ¡principalmente a Dios! ¡Sí, a él! Y si él nos perdona siempre, ¿por qué no podemos esforzarnos para perdonar a nuestros hermanos o amigos?
       Nadie es perfecto. Estamos en una escuela para aprender a amar, a ser misericordiosos, a aceptarnos unos a otros, a ser mejores personas, y a recuperar lo que el enemigo nos ha robado: ¡ la imagen y semejanza con nuestro Dios! Dice el Señor, nuestro Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza"; (Génesis 1: 26a). Unos aprenden más aprisa que otros, principalmente el que busca la dirección y la orientación en la palabra de Dios, la Biblia, porque: "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2ª Timoteo 3:16-17).
        En Juan 3:5-8 Jesús dice: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu". ¡Ahí está la diferencia! El apóstol Pablo nos aconseja: "En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad" (Efesios 4: 22-24). Y por último, cerrando con la llave de oro de la palabra santa de Dios: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno" (Romanos 12:1-3). ¡Dios os bendiga!

No hay comentarios:

Publicar un comentario