La familia de Dios en Cristo Jesús se puede comparar a un puzzle, o rompecabezas, que es un juego de varias piezas, que consiste en recomponer una figura, combinando de manera correcta unas determinadas piezas que se acoplan una a la otra, y en cada una de las cuales hay una parte de dicha figura para formar un paisaje, un diseño de una persona, animal o cosa, etc. Todas las personas que el Señor coloca en nuestras vidas, en nuestros caminos, son muy importantes y están dentro de Su perfecto plan.
En todo puzzle hay piezas preciosas, de hermosos colores, luminosos, pero hay también piezas oscuras, feas e insignificantes a nuestro ver, pero que en realidad no lo son, pues todo diseño necesita de la claridad, de los colores vivos y bonitos como el azul, el rojo, el amarillo, mas necesitan también del negro, del marrón, que son colores no muy favorecidos. Esos colores feos e insignificantes son componentes importantes en el diseño de una sombra; del cielo en un día de tormentas; de la tierra árida y seca del desierto; de la oscuridad de una cueva...los pintores saben el valor de esos colores, pues sin ellos jamás podrían expresar su arte; ¡todo tiene su encanto! Y cuando se pierde una pieza de ese puzzle, por más insignificante que parezca ser, el juego pierde su valor, porque donde había que estar la pieza que se perdió queda un hueco imposible de rellenar.
En el cuerpo de Cristo, que somos nosotros los que hemos creído y entregado nuestras vidas en las manos de Jesús ocurre lo mismo. Hay personas que se entregan a Jesús y le confiesan como Salvador y Señor de sus vidas, pero luego que empiezan "las pruebas", algunas apostatan de la fe y se vuelven al mundo de donde habían salido, perdiendo así su salvación. Lo peor es si eso ocurre por causa de otro hermano en la fe, que no se porta adecuadamente y le hace de tropiezo, pues esa perdición será responsabilidad de ése "hermano". Jesús dijo en su palabra: "Imposible es que no vengan tropiezo; mas ¡ay de aquel por quien viene! Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos" (Lucas 17:1-2). En este caso el hermano que causó eso debe humillarse e ir hacia el otro y pedirle perdón, entonces el Señor restaurará todas las cosas.
Muchas veces ocurre que las personas que el Señor coloca en nuestro camino como "compañeros de viaje" son buenas personas, agradables, de carácter amoroso, crecidas espiritualmente, con los cuales nos hace fácil y placentero el caminar. Son de gran bendición en nuestras vidas y un ejemplo a seguir, por su buen testimonio. Pero resulta que a veces nos toca convivir con personas de mal carácter, soberbias, rencorosas, conflictivas que nos hace la vida imposible. Dios nos prueba como al oro, "con fuego", y en la mayoría de las veces no obtenemos victoria porque miramos "al hombre" y no a Dios. Infelizmente somos incrédulos en lo que concierne los planes de Dios para nuestras vidas, porque no creemos que alguien puede ser Su instrumento en nuestro crecimiento espiritual, y nos burlamos llamándoles de "iluminados", y toda clase de apodos despreciativos. Dios nos pide que "andemos como es digno de la vocación con que fuimos llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándonos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuimos también llamados en una misma esperanza de nuestra vocación" (Efésios 4:1-4). Y a lo largo de nuestras vidas los daños que hemos recibido, y también los que hemos hecho a los demás se transforman muchas veces en traumas difíciles de superar y de borrar; y cuando eso ocurre buscamos a los psicólogos y a los psiquiatras para ayudarnos a superar o mitigar ese dolor que tenemos en el alma. Sería mucho más fácil si cada uno reconociera su pecado, se arrepintiera y pidiera perdón al que ha agraviado, porque creo que el que tiene realmente al Espíritu Santo siente en su corazón cuando ha hecho algo malo e inconveniente, y reconoce que se ha equivocado. El Espíritu Santo, a través de la palabra de Dios nos redargüi de pecado, "Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien, todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta" (Hebreos 4:12-13). No nos olvidemos que Dios es nuestro Padre y nuestro Creador; y que Él conoce bien todas nuestras debilidades y lo que realmente somos; jamás podremos escondernos de Su Santo Espíritu: "¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿A dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí. Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz. Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre" (Salmo 139:7-13). Es a Jesús que tenemos que buscar como nuestro único Consolador y Sanador.
El Señor tiene que rebajar y pulir las piezas del puzzle, que somos nosotros, para que nos acoplemos y adaptemos bien a las otras "piezas"; y nosotros murmuramos y reclamamos cuando Dios empieza a obrar en nuestro carácter...Dios al final nos hace pasar por el "fuego de la prueba", a ver si hemos aprendido la lección, y si estamos listos para subir otro peldaño de la escalera hacia el cielo, en nuestro caminar con Él.
Resulta muy fácil y agradable amar a los que nos aman, a los que nos tratan bien, ¿verdad? Lo grande y lo divino es conseguir amar a los enemigos, a los que no nos caen bien, a los que nos maltratan, nos persiguen...Jesús lo logró...nosotros también lo podemos "en Cristo que nos fortalece" (Filipenses 4:13). Decimos que amamos a esas personas "a pesar de todo"; queremos mostrarnos muy bondadosos y misericordiosos para que la gente nos admiren y hablen bien de nosotros; ¡ES PURA FACHADA! Somos hipócritas como los escribas y fariseos: "semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro estamos llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia" (Mateo 23:27). ¡Así lo somos! ¿Cómo podemos decir que amamos a esas personas si las rechazamos, si huimos de ellas, si procuramos tener con ellas un mínimo o casi nada de relación? ¿Cómo podemos decir que tenemos el amor de Dios en nosotros, si rechazamos a esas personas "diferentes", a esas "piezas oscuras" de nuestro puzzle? ¿Cómo sabemos que nosotros somos mejores que ellas? ¿Cómo podemos pensar que esas personas no van al cielo y creer que ya lo tenemos "ganado", si estamos todos en el mismo barco? ¿Acaso tenemos una "bola de cristal" para ver nuestro futuro espiritual? Sabemos que estamos en una escuela, y que tenemos que" perseverar hasta el final, y solamente éstos que perseveren serán salvos" (Marcos 13:13). Nosotros vivimos por fe; creemos que somos salvos por haber creído a Jesús y en Su sacrificio en la cruz del Calvario, donde Él derramó su sangre para lavarnos de nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad, pero para que eso sea efectivo es necesario que le confesemos nuestros pecados, porque: "Si confesamos nuestros pecados, Él (Jesús) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad"(1ª Juan 1:9). Nadie es mejor que nadie, ésto podemos tener certeza; hemos sido hechos de la misma materia, del "POLVO" de la tierra: "Entonces Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente" (Génesis 2:7). Debemos concienciarnos que somos imperfectos, que tenemos muchas debilidades; que cometemos muchos errores; que nos equivocamos a cada momento, y una de nuestras debilidades es juzgar al hermano. Jesús dijo: "No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, sereis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido" (Mateo 7:1-2); Y: "Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga" (1ª Coríntios 10:12); Y: " El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella")Juan 8:7).
Nosotros muchas veces actuamos como los fariseos, con hipocresía; mostramos una apariencia de piadosos por fuera, pero por dentro somos despiadados con nuestros propios hermanos en la fe. No permitimos que el Espíritu Santo haga Su obra sanadora y restauradora en nosotros porque somos incrédulos; no hemos todavía asimilado la grandeza de la obra de Jesús en la cruz del Calvario, y del amor de Dios hacia nosotros. No comprendemos por qué el Señor permite que ocurra ciertas cosas en nuestras vidas; vivimos haciéndole preguntas y exigiéndole una respuesta, como: ¿Por qué tú permites que haya dentro de la iglesia gente que haga daño a los hermanos, que ofende gratuitamente, que humilla el pueblo de Dios? Y nosotros no vemos que también hacemos lo mismo.
Un día, en Brasil, yo estaba tocando mi guitarra en el porche de mi casa, dónde vivía con mi hermano y mi cuñada, cuando mi hermano me dijo que yo servía solamente para tocar la guitarra, cantar y alegrar una fiesta. Me sentí dolida, triste y humillada; y eso se quedó grabado en mi mente y en mi corazón durante mucho tiempo. Cuando llegué a España, años después de ese suceso, me presentaron a Jesús, y entonces empecé a verme como realmente era, una persona soberbia, orgullosa y egoísta. Sentí una gran necesidad de cambiar, de ser mejor persona, y me esforcé mucho para que eso ocurriera. Para nada valió mi esfuerzo pues veía que no ocurría ningún cambio en mí, porque no estaba contando con la ayuda de Dios, y sí, sólo con mis propias fuerzas; era fracaso detrás de fracaso. Si no hay convencimiento y arrepentimiento, para nada vale "el cambio, porque la persona reincidirá en el pecado una y otra vez. ¡Ojo! Dios no necesita "gente buena" en el cielo; Él quiere pecadores sinceramente arrepentidos y transformados por el poder de Su Santo Espíritu. Entonces reconocí que sola no podía, que necesitaba de la ayuda de Dios, y le entregué mi carga. Le pedí que cambiara mi carácter; que hiciera una limpieza profunda en todo mi ser; que se ocupara de cada "rincón" de mi vida, de mi alma. Le di total libertad para abrir todas las puertas de mi ser, que sacara toda la basura que yo tenía guardada como un tesoro; que limpiara mi corazón de toda hipocresía, orgullo y soberbia, y creo, sinceramente que Él lo está haciendo, ¡gloria a Dios! Y una cosa muy importante: ese cambio es permanente; no tendré que ponerme una máscara todas las veces que salga a la calle o que vaya a la iglesia, porque es la obra del Espíritu Santo en mí, y Él la perfeccionará "hasta el día de Jesucristo" (Filipenses 1:6), cuando tendré que presentarme delante de Él, cuando me muera o cuando Él vuelva, si aún estuviere viva. He aceptado a "regaña dientes" la crítica de mi hermano, pero ahora veo que fue el comienzo de mi restauración.
Yo estaba ciega, no me veía como realmente era, y Dios usó a mi hermano, esa "pieza oscura" de mi vida para abrirme los ojos; ahora veo que él fue una pieza muy importante en las manos de Dios para mi vida. En Proverbios está escrito: "El que tiene en poco la disciplina menosprecia su alma; mas el que escucha la corrección tiene entendimiento. El temor del Señor es enseñanza de sabiduría; y a la honra precede la humildad" (15:32-33); "El que ama la instrucción ama la sabiduría; Mas el que aborrece la reprensión es ignorante" (12:1); "El hombre que reprendido endurece la cerviz, de repente será quebrantado, y no habrá para él medicina" (29:1); y: "Con misericordia y verdad se corrige el pecado, y con el temor del Señor los hombres se apartan del mal"(16:6).
En la iglesia por ejemplo, hay hermanos que no nos caen bien, les vemos molestos, conflictivos, antipáticos, entonces tomamos el camino más fácil, el de etiquetarlos. Buscamos no tener ningún tipo de relación con ellos, y sólo les saludamos por obligación. Esas personas para nosotros son "las piezas oscuras" de nuestro puzzle; no tenemos un lugar para ellas en nuestras vidas, pero les permitimos que cubran un hueco. Nos olvidamos que Dios tiene el control de todo, que Él sí tiene un lugar para ellas en su cuerpo, porque "somos el cuerpo de Cristo, ¿verdad? y Él es "la cabeza" (Colosenses 1:18a); y además, Él tiene un plan para cada una de esas "insignificantes" piezas, y lo cumplirá, queramos o no. Esas personas son piezas importantes en nuestro crecimiento espiritual, como nosotros también lo somos en el plan de Dios en sus vidas, y tendremos que convivir con ellas en el cielo. Dios las puso en nuestro camino aquí en la tierra, para que aprendamos a amarlas y a soportarlas, como también ellas a nosotros. Estamos en una escuela, y sólo será aprobados los que de buena voluntad se presentan a las pruebas, a los exámenes.
Jesús creó un gran puzzle, con infinitas piezas que es Su iglesia. Él conoce cada pieza, cada debilidad, y sabe que somos torpes para comprender Su plan, pero jamás permitirá que una pieza se pierda: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos" (Juan 10:27-30). Todos tenemos un lugar en ese puzzle maravilloso del plan de Dios, que está formado por los miembros de Su cuerpo, del cual Jesús es la Cabeza. Dios es que monta ese puzzle, juntamente con Jesús y el Espíritu Santo. Tenemos que solamente obedecerle y aceptar el lugar que nos corresponde dentro de Su maravilloso plan Podemos ser una pieza que encaja perfectamente en ese puzzle del plan de Dios, o ser "una piedra de tropiezo" en la vida de las demás piezas, pero debemos arcar con las consecuencias. Dios está esperando que vayamos a su presencia, y le pidamos que nos ayude a cambiar, a ser transformados en una pieza de bendición. ¡Adelante! Dios os bendiga.
Los puzzles tienen dos características que deberíamos tener en cuenta: la primera es que la imagen que produce sólo se ve cuando el puzzle está completo, y la segunda, que la imagen que proyecta se ve correctamente si se mira desde arriba.
ResponderEliminarA veces me he preguntado el significado de aquel verso que dice: "pero los que esperan en el Señor tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas..."
La alas sirven para volar, y cuando alzas el vuelo tienes una vista panorámica de lo que hay a tus pies, por cuanto estás mirando "desde arriba".
Así es como Dios ve las cosas. Él sabe cómo es la imagen de ese puzzle antes de que se complete, y así deberíamos ser también nosotros.
Si pensáramos en el resultado final de pasar por las pruebas no nos desesperaríamos tanto al tratar de colocar las piezas en el lugar correcto, sabiendo que al final del camino tendremos una "imagen" gloriosa que proyectar.
Besos.
Gracias querida Eleanor, por tu comentario. Realmente es así como lo has dicho. Nosotros siempre miramos como los gusanos, para bajo. Y también nos gustaría que las personas que no nos caen bien estuvieran lo más lejos posible de nosotros, ¿verdad? En un puzzle no se puede poner una pieza en un lugar que no le corresponde, porque la imagen del diseño se quedaría distorsionada, y no estaría correcta; así ocurre con el puzzle de nuestra vida delante de Dios, por eso Él puso a cada uno en su lugar, y tenemos que respetar el lugar que nos corresponde y el que corresponde a la otra persona, aunque que tengamos que pasar por cosas desagradables. Jesús nos aconseja en su palabra que nos amemos y soportemos unos a otros. Las pruebas que el Señor nos pone con esas "personas difíciles" son para que aprendamos la obediencia, la paciencia, la humildad, y muchas virtudes más para que podamos subir más un peldaño en la escalera que va hacia el cielo. Nosotros pensamos que esa persona es "difícil de soportar; y a veces "tiramos la toalla", optando por no tener ningún tipo de relación con ella. ¿Cómo podemos garantizar que nosotros también no somos una persona difícil de soportar? Cada uno tiene un carácter, una manera de ver las cosas, gustos diferentes, etc., y es esto que debe animarnos a seguir adelante con esa persona, pues será como un desafío; y cuando uno vence una debilidad se humillando delante de Dios y de los hombres, Dios nos exalta a lo más alto. Que Dios nos ayude a oír y obedecer su voz, y mirar como Él, desde arriba, conscientes de que no somos mejores que nadie, que fuimos creados de la misma materia: el polvo de la tierra. Amén. Dios te bendiga.
ResponderEliminar